Otra de tantas noches sumido en un océano de dudas, intentando pincelar de colores los sueños, mientras tanto me abordan en la oscuridad de la noche pesadillas, intento colocar en un tiempo que no se si existe sueños de amores a veces imposibles, se me insinúan damas vestidas de un raso negro inmoral, la bellezas de sus rostros sin globos oculares la rompen las lagrimas de sangre que manan por ellos.
Se me difuminan en esa
oscuridad del dormir sueños, a los que intento subirme de un salto, son como
trenes que pasan por las estaciones fantasmas a gran velocidad sin parar en
ellas, me da tiempo a ver muy fugazmente a algunos de esos viajeros a los que
conocí después de muchos despertares, los trenes circulan sin sus ruedas de
metal, una vez y otra vuelvo a intentarlo, pero mis movimientos son demasiado
lentos para alcanzar el estribo de ellos, cansado de tantos intentos fallidos,
se me abren los ojos en la oscuridad de mi habitación.
Noto como de mis ojos
resbalan unas lágrimas humedeciendo la almohada, no sé si me encuentro soñando
o estoy despierto, intento ubicarme, pero no lo consigo.
Intento buscar en mi
imaginación, siento un vacio infinito como si se hubieran volatizados todos mis
pensamientos, todos mis sueños llenos de coloridos, alegrías y esperanzas, me
había quedado sin ellos.
Por fin, la primera claridad
del amanecer me hace abrir los ojos, intento recordar lo pasado en la noche
pero mis recuerdos son confusos, me vienen imágenes distorsionadas de
personajes que no conozco, paisajes tenebrosos, ángeles celestiales con espadas
en alto luchando entre ellos, imágenes de hadas y elfos intentando huir de las
llamas del infierno. Vuelvo a cerrar los ojos intentando con esa aptitud borrar
los recuerdos que me vienen de la noche, al fin lo consigo, dejo pasar unos
instantes antes de abrirlos, sin quererlo me viene un suspiro de tranquilidad y
me hundo en un sueño profundo.
Rafael Huertas
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