domingo, 19 de octubre de 2014

Mi compadre




Lo que os voy a contar quizás algunos no os lo creáis, si queréis no lo leáis.
Me ocurrió un día… no recuerdo cuando, aunque tampoco importa mucho, lo de las fechas siempre lo he llevado muy mal en mi cabeza.
Me puse a escribir y a mi memoria me vino un compañero de trabajo, para el, yo era su “compadre”, nunca me explicó el porqué, pues parentesco no nos unía, la verdad es que el aprecio y el cariño era mutuo. Era una persona afable, su humor le caracterizaba, nunca le vi enfadado y aprendí del oficio mucho con él.
Después de mucho tiempo me encontré de nuevo con él, estaba bastante desmejorado, aunque su aspecto siempre fue de persona siempre muy dispuesta.
Pero aquel día parecía un muerto andante, de pelo rubio y canoso ahora lo tenía completamente blanco, ojeras muy pronunciadas, ojos hundidos, su mirada azulada estaba muy apagada, siempre fue de complexión muy delgada, pero su flaqueza ese día era extrema, recuerdo sus manos, con cicatrices de cortes y la falta de un dedo en su mano izquierda, todo ello era una marca dejada por las maquinas de carpintería.
Hombre compadre ¿Qué tal te va? escuche.
Me gire y era él, no sé porque… pero me entro una sensación extraña al escucharle.
Bien, pero… y tu ¿Qué haces aquí?le pregunte extrañado y con asombro.
Aquí tomándome un whisky, por mucho que beba como ya no me emborracha, a disfrutar compadre.
Joder Paco, no has cambiadole dije.
¿Estas escribiendo, verdad?me pregunto con curiosidad.
Sí, pero oye Paco… no hueles a madera ni a serrín.
Ya, y el whisky tampoco me sabe a nada ¿Sobre qué estas escribiendo? me pregunto.
Sobre lo que estamos viviendo ahora, tu y yo le conteste.
Compadre, tíralo a la papelera, nadie lo va a leer y si alguien lo lee, no se va a creer que estamos hablando y que me has visto, te tomaran por loco si lo cuentas.
Espera un momento Paco… tu hace tiempo que… no puede ser, estás muerto te vi en el tanatorio y estuve en tu entierro, pero estoy aquí hablando contigo.
Compadre ¿sabes que te digo? Que no lo tires a la papelera, y que si nadie lo lee, lo guardes y cuando quieras que nos tomemos unos whiskys volveré, me lo lees a mí y de paso me cuentas como te trata la vida. Aunque los escritos no se lean, siempre están vivas sus historias desde que la pluma desliza su primera gota de tinta sobre el papel, son las que dan vida a lo escrito. Hasta siempre amigo.
Esas fueron sus palabras de despedida y puedo decir que fue una experiencia entrañable y que no me importaría volver a repetir.
Estés donde estés Paco,  gracias por compartir este momento que he escrito contigo.

Rafael Huertas









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