sábado, 18 de octubre de 2014

Amores de juventud



Se conocieron en todo el esplendor de su juventud y durante unos cruces de miradas el amor se apodero de ellos, sin saber que algún día su historia seria contada.
Ella, Claudia, era una chica algo tímida, su timidez la escondía detrás de una sonrisa sincera hacia los demás, la visita del amor toco a las puertas de su corazón en la primera mirada que cruzaron, su timidez hizo que el diera el primer paso en preguntarla si quería salir con ella, en aquella época era el primer paso que daban los jóvenes para luego formalizar un posible noviazgo, son de esos momentos en los que el semblante te va cambiando de color muy deprisa y tu sin poder detener ese cambio en una de las partes visibles de tu cuerpo y sientes como la temperatura de tu cuerpo se te concentra toda en la cara, las manos te tiemblan sudorosas, te da la sensación como si el mundo entero estuviera pendiente de ti en ese momento y si hablamos de la espera a su respuesta, ese instante se vuelve una eternidad, se te quedan lo oídos sordos para el mundo a la espera de su respuesta, aunque estés seguro del sí, siempre te queda esa pequeña duda que puede echar a perder la oportunidad de escuchar un sí quiero.
El, Alberto, un muchacho normal amigo de sus amigos, divertido, siempre intentando sacar las sonrisas a los demás y pensando en vivir el día a día al igual que sus amigos, pero claro en esos años la diversión estaba también en andar siempre a la conquista de alguna chica, algunas veces con más suerte que otras.
Pero volvamos a la situación vivida por ellos dos.
Como cada tarde, la pandilla se reunía en su lugar habitual, una calle sin circulación, entre unos bloques y unos chalecitos en un barrio de gente trabajadora, cuando salían fuera del barrio quedaban en un banco cerca de su lugar habitual de reunión.
El andaba de tonteo con unas y con otras pero nada serio, ella y sus amigas eran nuevas en la pandilla y como pasa siempre en los primeros momentos de conocerse, los chicos fueron los primeros que contemplaron las bellezas de las nuevas chicas como buscando en cual fijar mas sus miradas, las chicas algo mas retraídas también aunque menos descaradas, ellas no tardaron nada en relacionarse con el grupo formado por chicas y chicos, no hacía falta ser muy observador para saber quiénes estaban emparejados y quienes no, estos nada más llegar al lugar de reunión de todos los días, desaparecían a ratos para tener algo más de intimidad, aunque los chicos para eso les daba igual.
El poco a poco fue dejando de lado el tonteo con las demás chicas sin explicarse el porqué, sin darse cuenta él, ella se había fijado en el. Sus miradas acompañadas de las sonrisas de ella cada vez se cruzaban mas y el empezó a sentir ese revolotear de mariposas en su estomago cuando el amor toca al corazón, cada frase que cruzaba con ella iba acompañada de un enrojecimiento en su rostro que no podía evitar, intentaba disimular desviando su mirada de ella, mientras ella, se encontraba en la misma situación, pasaron algunos días, sin que pudieran disimular ninguno de los dos que se gustaban mutuamente.
Aquella tarde era agradable, estaban casi todos entre ellos Claudia, unos sentados en un saliente al costado de uno de los chalets, otros de pie conversando, Claudia con disimulo miraba a un lado y a otro esperando la llegada de Alberto, uno de los chicos se dio cuenta y le comento sin que nadie se enterase ―Claudia tranquila, que no tardara en llegar― ella que pensaba, que no se la notaba que le gustaba Alberto.
Aunque era verano, el atardecer empezaba a despedirse del día abriendo camino a la noche, al mismo tiempo que se encendían la luces de las farolas de la calle apareció Alberto ―Hola chicos, cada día está peor el transporte― comento a su llegada, nada mas saludar, empezó a buscar a Claudia, ella estaba sentada en el centro del poyete, al ver que el la buscaba con la mirada, su sonrisa hizo que sus sonrojada cara quedara en un segundo plano, Alberto le tendió la mano para ayudarla a levantarla mientras la incitaba a levantarse.
―Claudia ¿Te vienes a dar una vuelta?― la pregunto.
―Vale, si― con un sí rotundo y sin separar sus manos, los dos empezaron a sentir como sus manos empezaron a sudar mientras se iban alejando, dejando boquiabiertos a sus amigos, sin mediar palabras y sin llevar ninguno de los dos idea dónde ir, continuaron caminando por el barrio sin importarles que les vieran, se retiraron hasta las afueras del barrio, sin que ninguno de los dos hiciese el intento sus manos entrelazaron sus dedos, Alberto hizo que se parasen encontrándose sus miradas uno frente al otro, con las miradas clavadas entre ellos.
― ¿Claudia, quieres salir conmigo?― le pregunto Alberto con una sequedad en la garganta como nunca había tenido, con ninguna de las chicas con las que había salido le había ocurrido eso.
―Claro que si Alberto― le contesto, a la vez que apretaba su mano entrelazada con la de él, como si quisiera fundir parte de su piel a la suya.
Sin tomar ninguno la iniciativa, sus rostros se fueron acercando despacio, hasta unir sus labios en un largo y apasionado beso. Una vez separados se miraron de nuevo fijamente sin que les saliera palabra alguna, como si no quisieran que se les escapase por sus bocas nunca el sabor de ese primer beso. Cuando volvieron de su paseo con el grupo, todas las miradas fueron dirigidas hacia ellos, sus manos continuaban entrelazadas, no faltaron los comentarios como “Que, tenemos nueva parejita en el grupo” “Os ha costado lanzaros, eh” no hizo falta explicación ninguna por parte de ninguno, echaron a sonreír los dos a la vez y despidiéndose del grupo Alberto acompaño a Claudia al portal de su casa, después de varios te quiero por parte de los dos, se fundieron en un segundo beso, este de buenas noches.
―Mañana intentare venir antes― dijo Alberto soltándose de la mano todo lo despacio que pudo.
Los días continuaron con la rutina diaria, para Claudia y Alberto se había convertido en el principio de un sueño que poco a poco se iba haciendo realidad. Su relación cada día se iba formalizando mas, incluso se presentaban ya formalmente como novios.
En la pandilla todo continuaba igual, las parejas disfrutando de las sensaciones de los revoloteos de las mariposas en sus estómagos y los que no estaban emparejados disfrutando de su soltería. La pandilla siempre estaba abierta para acoger a nuevas amistades, había quienes entraban en ella y se quedaban al igual que entraban y al tiempo se iban, pero los de siempre ahí estaban por las tardes en su lugar de encuentro.


2ª Parte
Entro en la pandilla un nuevo amigo el cual disponía de un lugar perfecto para los guateques, un garaje de un chalet, ya que la historia de nuestros protagonistas Claudia y Alberto transcurrió en la época de los guateques, de vez en cuando y cuando la ocasión se presentaba se hacían en casa de alguno de los componentes de la pandilla, claro está, eso era posible cuando algunos padres se ausentaban toda una tarde y estos a regañadientes no se oponían.
Las tardes de los sábados o domingos en el garaje en aquella época fue inolvidable para la pandilla, de aquellas tardes salió algún noviazgo, también hubo alguna que otra desilusión amorosa ya que el lugar era el perfecto para que San Valentín hiciera sus prácticas de tiro y no siempre acertaba con sus flechas, se intentaba que fuera lo más parecido a una discoteca, pero en lo único que se parecía era en la música, porque la bebida era toda de calidad, se empezaba con música suelta aunque siempre había algunas parejas que hacían oídos sordos a la música, los pincha discos eran siempre a los que les daban calabazas y el puesto siempre estaba cubierto, lo mejor de las tardes era cuando ya se llegaba a cierta hora, entonces empezaba el ahorro energético apagando luces, era también cuando se escuchaban mejor las canciones ya que todo el mundo se quedaba en silencio para disfrutar de esos momentos amorosos, la mayoría estaban emparejados, estos a lo suyo sin problemas y los que no, salían a tomar aire libre y algo fresco a la calle, porque la temperatura subía dentro del local.
Para Claudia y Alberto fueron tardes que nunca olvidarían…, sus bailes abrazados sintiendo los latidos de sus corazones, los besos entrelazados unos detrás de otros, los susurros a los oídos de los te quiero y te amo, eran esos momentos en los que ellos hubieran parado el tiempo.
Fue de esas épocas que los recuerdos se quedaron grabados muy adentro para todos, los que disfrutaron de la música de los 70, para la pandilla fue un tiempo en el que los guateques hizo de transición para muchos, se paso de ser quinceañeros a los dieciocho años disfrutando mucho, algunos empezaron a sacarse el carnet de conducir, algunos tuvieron la suerte de estrenar el permiso de conducir con coche propio como fue Alberto, años más tarde los chicos empezaron a desfilar y nunca mejor dicho yéndose hacer el servicio militar, aunque no había mucha diferencia de edades se fueron escaladamente, la mayoría de ellos tuvieron que salir de Madrid, eso hizo que la pandilla aparte que la mayoría tenían sus novias formales y había más tiempo en los permisos para estar con ellas, nunca se dejo la amistad de lado. El sitio de reunión fue siempre el mismo, aunque los que tenían coche y pareja no tardaban en despedirse antes y aprovechar las ultimas horas antes de dejar a sus chicas en casa, para salir a las afueras del barrio o ir algún rincón de algún aparcamiento con las luces de las farolas apagadas y así tener más intimidad en los asientos de detrás y claro siempre te encontrabas con algún coche de algún amigo, pero eso no era impedimento para disfrutar del momento.
Claudia y Alberto tuvieron la suerte que él fue de los primeros en tener coche y también pudieron disfrutar de eses momentos a oscuras escuchando cintas de canciones románticas en el casete en la radio, lo suyo parecía una historia de amor sin final, cada día que vivían era un episodio más de sueños de pasiones y sentimientos de amor desbordados.
Pero llego el día que no sé porque circunstancia todo cambio en esta historia, Claudia tampoco encontró la respuesta del porque después de que Alberto la dijera sin ninguna explicación que todo había acabado, Claudia nada más saber por boca de Alberto que todo había acabado dejo la pandilla, apenas sin despedirse. No quiero ni pensar la noche que pudo pasar ni los días siguientes al desenlace, debió ser un golpe muy duro para ella, no volver a ver como respondía Alberto a sus sonrisas, los momentos de besuqueos en el garaje, los paseos abrazados, sentir como los sueños de los dos se disiparon en un abrir y cerrar de ojos.
Nadie en la pandilla se lo podían creer, es mas todos apostaban que Alberto reflexionaría y volvería con ella. Cuando le preguntaban sus más íntimos amigos, su contestación era que no había ningún motivo, que todo había acabado y punto, no  daban crédito a lo que le podía haber ocurrido a él, no hubo ninguna chica por medio que pudiera haberse entrometido en la relación, Alberto la quería con locura, estaba muy a gusto con ella, se llevaban muy bien los dos y hacían muy buena pareja, pero parece ser que el destino sin causa ninguna no quiso que ese amor de juventud no llegase a buen puerto, después de un tiempo tuvo algunas relaciones mas pero nada serias, Claudia por su parte fue la que más sufrió esa separación, seguía enamorada locamente de él, ella sabía que nunca le olvidaría y que siempre le llevaría en su corazón. Alberto con el tiempo se dio cuenta de su equivocación, pero ya no había marcha atrás, durante mucho tiempo estuvo pensando en el daño que había hecho a Claudia, él era el único que sabía lo que le había costado el romper con ella y tuvo sus momentos de sufrimiento cada vez que se le venía a la cabeza los momentos tan dulces y bonitos que habían pasado juntos, sabía perfectamente que solo había un culpable y ese era el.
Cada uno rehízo su vida, el destino los alejo como las hojas de un árbol cuando caen a un cauce de un rio, no volvieron a saber el uno del otro.
Pasaron los años sin saber nada el uno del otro, aunque Claudia se propuso cuidar del rincón de su corazón donde llevaba siempre a Alberto, el fue su primer amor el que la hizo apreciar el significado del primer beso, hasta que encontró al que fuera su marido, el también tenía sus recuerdos hacia ella, no fue su primer amor pero sí que le dejo marcado y aprendió con ella el valor que puede tener el corazón de una mujer enamorada. El se caso también y tanto ella como él fueron felices, con sus respectivas parejas…


3ª Parte

Claudia después de acabar sus estudios, empezó a trabajar en un hospital de fisioterapeuta, nunca fue capaz de dejar en el olvido a Alberto, ni de cuidar su rincón en su corazón con los recuerdos con él.
Se caso enamorada y muy ilusionada, pero al poco tiempo su matrimonio empezó agrietarse y no por su culpa, ella intento tapar esas grietas de todas las maneras posibles pero, el matrimonio se vino abajo y no hubo manera de arreglarlo, ella fue quien tomo la decisión de divorciarse, estaba cansada de tantas heridas recibidas en su corazón, una vez tomada la decisión de recuperar de nuevo su vida empezó a sentir como su sonrisa de nuevo empezaba a brillar, empezó a ver los colores del arco iris más vivos que nunca, empezó a disfrutar de ella misma y de la vida, se lo merecía.
Pasaron años en los que volviera a su barrio, el barrio de su juventud no había cambiado mucho, con los ojos brillantes y reteniendo la caída de alguna lagrima se acerco al sitio donde se reunían la pandilla, estaba vacío, pero su imaginación la hizo ver a todos allí con sus risas, sus conversaciones haciendo planes para el fin de semana, no pudo retener por más tiempo sus lagrimas y empezaron a descolgarse por sus mejillas al recordar esos momentos pasados y como no la frase de Alberto aquel día cuando la pregunto…  ¿Claudia, quieres salir conmigo? Y como no, el primer beso. Se fue del lugar echando la mirada para atrás, como si esperase que ocurriese el milagro de que alguien de la pandilla apareciese por allí.
La verdad es que nunca sintió ningún rencor hacia él, sabía el tiempo que duro lo de ellos Alberto lo dio todo por ese amor, también tenía la conciencia tranquila que el recuerdo de Alberto no influyo para nada en su divorcio, ya que con su ex marido lo dio todo.
Alberto continuo trabajando en la empresa en la que empezó, sobre su matrimonio puedo contar, que se caso muy enamorado de su mujer con sus altibajos como en cualquier matrimonio, pero siempre luchando por el amor que se procesaban el uno para el otro y queriendo mucho a su mujer. Alberto siempre tuvo claro que el necesitaba tener su espacio al igual que su pareja, compartían muchas aficiones juntos como viajar en moto cuando el tiempo acompañaba.
Algunas veces tenia la necesidad de volver al barrio y así lo hacía, siempre lo hacía en moto, no dejaba un rincón del barrio sin visitar y en más de una ocasión se dio más de un susto por girar la cabeza, pensando que era Claudia la que iba por la acera, pero siempre dejaba el último rincón por visitar el del lugar de reunión de la pandilla, incluso había veces que cuando iba se sentaba en el saliente de la pared, donde tantas tardes se quedaba encandilado mirando a Claudia, su gran amor de juventud, se encendía un cigarro, y a la vez que tragaba el humo del cigarro lo intentaba con el nudo en la garganta que se le ponía al recordar lo que hizo con la relación, hacia su interior maldecía por lo que había hecho, tantas veces se había arrepentido y de lo que nunca se perdonaría hacia él, es de no haberla pedido perdón en ninguna ocasión, la verdad es que se porto fatal con ella y creo que daría lo que fuera por tener el tiempo justo para ser un hombre, mirarla a la cara y pedirla perdón.
En ese aspecto creo que el destino tampoco se puso de su parte, pero la vida continuaba para los dos por dos caminos muy diferentes, tanto el cómo Claudia se fueron a vivir a los extrarradios de la ciudad, nunca tuvieron noticias ni supieron donde vivían el uno y el otro. Al parecer en esas visitas al barrio por parte de los dos el destino no quiso que se encontrasen, nunca sabremos la reacción de ninguno de los dos.
El ultimo día que Alberto fue a darse una vuelta por el barrio fue un viernes, nada más llegar a casa cogió a su mujer, y le dijo que se preparase que se iban el fin de semana fuera, fue un impulso sin más o quizás los recuerdos que le trajeron aquella tarde le dejo algo tocado y necesitaba un cambio de aires, al recordar las tardes del garaje, los momentos escuchando música en su coche con Claudia, las miradas y sonrisas que le regalaba ella se dio cuenta que no se las habían vuelto a dar nadie.
Su mujer conociéndole accedió sin ninguna oposición, se lo pasaban bien y disfrutaban cuando salían sin rumbo fijo y más si era en moto, se dirigieron a la zona de la sierra en plan de acampada a los dos les encantaba pasar allí algunos fines de semana, era verano con la tarde ya algo avanzada, Alberto quería llegar antes de que se les echase la noche encima para poder montar con algo de luz la tienda de campaña.
Llegando a pocos kilómetros de donde iban, había algunas curvas cerradas que Alberto conocía bien y en ellas siempre ponía los cinco sentidos, pues en alguna ocasion casi le echan fuera los coches que venían de frente al tomar las curvas demasiado hacia el lado contrario de marcha, pero esa tarde noche tuvo que ser la que le echaron fuera, teniendo un accidente grave para ellos dos que eran lo que salieron perdiendo al ir en moto.
Los dos salieron despedidos por el gran impacto del coche, su mujer por cayo un barranco, el salió despedido por encima del coche cayendo de espaldas contra el maletero del coche, los servicios de urgencias se llevaron a ella en una ambulancia muy grave con mucha pérdida de sangre, a él decidieron esperar a que llegase un helicóptero lo más cerca posible al lugar del accidente, ya que le detectaron in situ una lesión grave de la columna vertebral, le tuvieron que sedar por los dolores tan intensos que tenia. Al llegar al hospital a Alberto le operaron de urgencias, lo peor del accidente fue que los sanitarios no pudieron hacer nada por la vida de su mujer que falleció de camino al hospital, Alberto no se entero de la pérdida de su mujer, hasta varios días después del accidente ya que estuvo en la UCI luchando por no tener el desenlace de su mujer, pues tenía algunos órganos en mal estado por el fuerte impacto que sufrio. Os podéis imaginar, cuando se entero del fatal desenlace, y no solo le toco luchar contra la pérdida de su mujer, si no también, cuando le comunicaron los médicos que le habían operado de la columna y que tendría que estar en una silla de ruedas después de la operación de la espalda, sin poder decirle cuanto tiempo podría estar así y si le quedarían secuelas, que lo mejor para su salud era trasladarle a un hospital especializado en ese tipo de dolencias.
Así hicieron los médicos una vez que pudieron trasladarlo, le llevaron a un hospital a las afueras de la capital, donde se tendría que esforzar a fondo psicológicamente y físicamente para recuperarse y dejar la silla de ruedas y poder salir por su propio pie del hospital si todo iba bien.
Una vez en el hospital, y visto por los doctores y las ganas que tenía el de empezar con el tratamiento, enseguida empezó.
El primer día que le toco empezar con fisioterapia estaba algo nervioso pues no sabía del tiempo de su recuperación y tampoco si le quedarían algún tipo de secuelas, le pasaron a una sala y con la ayuda de un celador que se hizo amigo suyo le tumbo en una camilla boca abajo, se quedo solo en la consulta esperando a que pasara el fisioterapeuta, una vez que entro y saludo se quedo algo sorprendido, nunca pensó que fuera a ser una mujer ― un momento… esta voz, no puede ser― imposible pensó.
Mientras ella le echaba una crema en la espalda dañada y en las piernas, le empezó a masajear con cuidado ya que tenía una cicatriz de cierto tamaño a la altura de la cintura.
― ¿Cómo te llamas?― le pregunto ella.
―Alberto― contesto, a la vez que giraba su cabeza para verla, sintió sus manos en su espalda, unas manos que le dio la sensación de haberlas sentido en otras ocasiones, no había duda era Claudia, afirmo para sus adentros.
Cuando se giro y se miraron, hubo tal silencio por parte de los dos, que solo se escuchaban los latidos de sus corazones y su respiraciones, no sabían ninguno de los dos como reaccionar, fue de esos instantes que no se pueden describir de ninguna manera, esas miradas que habían estado tanto tiempo tan lejanas y a la vez tan arropadas en sus corazones, de nuevo volvían a ver la luz, se les vino en un instante a los dos muchísimos recuerdos. El tiempo que en su día hubieran querido parar, en esta ocasión el destino se puso de su parte, aunque fue solo unos segundos, las sensaciones de los dos hizo que sus ojos se abrillantaran como nunca lo habían hecho. Una vez recuperados los dos por el encuentro y tomado aire con unos suspiros silenciosos…
― ¿Claudia, eres tu, no me digas que vas a ser tú mi fisioterapeuta? le pregunto Alberto.
―Parece ser que va a ser así― contesto ella con su semblante sonrojado, como la primera vez que él se dirigió a ella.
―He leído tu informe médico, sin fijarme en el nombre ni apellidos y parce ser que has sufrido una grave lesión por un accidente.
―Sí, fue un accidente terrible― a él le cambio el semblante al recordar lo ocurrido, sobre todo por el recuerdo de su mujer, Claudia se dio cuenta enseguida de su cambio de actitud y cambio de tema.
―Ya hablaremos en otra ocasión de lo ocurrido, ahora lo importante es que entre los médicos y nosotros dos, intentemos tu recuperación lo antes posible y salgas pronto andando y a poder ser sin ayuda alguna.
Ella empezó con su trabajo, durante la sesión después de haber intercambiado eso pequeños comentarios, el silencio de nuevo se apodero de la consulta, imagino que cada uno se envolvió en los recuerdos del pasado vividos por ellos.
Una vez acabada la sesión, se despidieron con un…
― Mañana nos volveremos a ver Alberto.
―Sí, seguro no creo que pueda ir muy lejos, hasta mañana Claudia― el, intento dar un toque de calor, fue un hasta mañana algo frio por parte de los dos, pero dadas las circunstancias del encuentro no podía ser de otra manera.
Fueron pasando los días y los avances de él eran bastante buenos según los médicos, el tenia claro que su mejoría era gracias a las manos de de ella, las sensaciones que tenía en las sesiones de masajes para él fueron resultando cada día caricias que hacían que su corazón volviera a tener unas ganas inmensas de poder volver a pasear cogido de la mano de ella. Su relación con Claudia, cada día que pasaba era más amena, empezaron hablar en las sesiones de cómo habían sido sus vidas, sobre el accidente a los pocos días le conto a Claudia lo ocurrido.
Llego un día que le dieron permiso para salir el fin de semana, por si quería salir del hospital a pasarlo fuera y así distraerse.
Era viernes por la mañana, y nada más saberlo llamo a Claudia por teléfono para que lo supiera, ella se alegro mucho de la noticia y sin esperárselo este le preguntó…
―Claudia ¿me dejas que te invite a comer el sábado? ― se hizo un interminable silencio al otro lado de la línea.
― ¡Claro que sí Alberto!― la emoción se apodero de los dos, fue lo más parecido a cuando él la pregunto si quería salir con él, era como si el tiempo se hubiera retrasado para ellos, volvieron a tener las mismas sensaciones que entonces el uno por el otro, aunque Claudia siempre le llevo con ella en su rincón del corazón.
―Porque no mejor te paso a recoger esta tarde, y te invito yo a cenar esta noche― le dijo Claudia.
―De acuerdo, te espero en la puerta del hospital―contesto el.
Llego la tarde y Alberto salió empujado de su silla de ruedas por su amigo el celador, allí estaba ella con la misma sonrisa que cuando le esperaba de jóvenes en el  sitio de reunión de la pandilla.
Le pregunto a el que donde quería que le llevara antes de la hora de la cena, él le comento que la tarde antes del accidente estuvo en el barrio, que si no la importaba llevarle allí, ella le contesto que no y que hacía tiempo que no iba, durante el trayecto fueron escuchando un CD que ella tenía grabado de los años setenta, una vez en el barrio ella sin preguntarle, se dirigió hacia el sitio de reunión de la pandilla, aparco el coche, saco la silla de ruedas del maletero y le ayudo a que se acomodase en ella, empujando ella la silla lo llevo justo donde se sentaban, ella tomo asiento en el saliente, el frente a ella mirándola a los ojos en su silla de ruedas, cogiéndola y apretando sus manos contra las suyas le dijo…
―Claudia nunca pensé que volviera a estar contigo en este lugar y creo que mejor lugar no abra en el mundo para pedirte perdón y decirte lo mucho que siento el daño que pude hacerte, nunca me arrepentiré lo suficiente de ello, quiero que sepas que te quise muchísimo y que me hiciste muy feliz el tiempo que estuvimos juntos, lo siento Claudia― mientras ella escuchaba sus palabras, sus lagrimas no tuvieron que pedir permiso a su corazón para escapar de sus ojos y caer por sus mejillas.
Entre lagrimas, ella le contesto ―Alberto, el perdón lo tuviste siempre, te he tenido todo este tiempo en mi corazón y no te preocupes si no tienes ninguna explicación del porque paso, yo tampoco me lo he preguntado nunca, con tenerte y estar contigo aquí me es suficiente, soy feliz sabiendo que te tengo en mi vida de nuevo y no me importa en qué circunstancias.
―Hare lo imposible por no volver a perderte jamás, gracias a ti, al calor y sensibilidad de tus manos podre volver a pasear contigo entrelazando nuestras manos si tu quieres.
―Por supuesto que quiero Alberto, lo estoy deseando y lo conseguiremos juntos.
Ella se levanto se acerco a él, le dijo que se intentara poner de pie que ella le ayudaría sujetándolo, con un gran esfuerzo y abrazado a ella, la miro a los ojos y despacio arrimo sus labios a los de ella fundiéndose los dos en un beso y después en un sinfín de te quieros y te amo.
Una vez en el coche y de camino de vuelta, comentaron los dos a la vez como si fueran una sola voz.
― ¿Dónde cenamos en tu casa o en la mía?
Alberto no tardo en recuperarse y aunque no fue lo que en principio el hubiera querido, le dieron el alta saliendo del hospital con muletas, siguió con su recuperación en casa de Claudia ya que por el trabajo de ella estaba más cerca del hospital.



Así fue su historia de amor de juventud que vivieron ellos dos y así os la he contado, espero que algún día los protagonistas la lleguen a leer para revivir tiempos pasados, aunque creo que a cualquiera de nosotros nos vendrán algunos recuerdos de los vividos por ellos.

Rafael Huertas

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