domingo, 16 de noviembre de 2014

FIN DE SEMANA DE LEYENDA



Todo sucedió durante unas vacaciones, ese año estrenábamos coche, un reluciente 4x4, decidimos elegir el destino a dedo y nunca mejor dicho, bueno más que a dedo a la suerte de la punta de un lápiz, cogimos un mapa de los alrededores con no más de 300 km de distancia alrededor desde nuestra ubicación. Le toco a mi mujer la suerte con los ojos cerrados y un lápiz en la mano señalar nuestro destino.
La ubicación fue en la zona del macizo de Ayllon, entre la comunidad de Madrid y la provincia de Segovia. Para conseguir una ubicación más exacta del lugar al cual iríamos, echamos mano a un mapa más amplio de la zona y de la misma manera que hicimos con el anterior mapa, la punta del lapicero sujeto por mi mujer marco un enclave, sin ver el nombre del sitio a que nos íbamos a dirigir introducimos en el GPS las coordenadas del lugar, preparamos lo necesario para pasar unos días en zona de montaña.
Salimos una mañana con una temperatura ideal, a pesar de ser pleno verano sin necesidad de utilizar el aire acondicionado del coche, una vez que salimos de la autovía la cual conocíamos de otros viajes y siguiendo las indicaciones del GPS, nos desviamos a una carretera secundaria, la cual nos dirigía hacia nuestro destino, pasados varios cruces de carreteras nos encontramos en lo alto de un puerto desde el cual las vistas era maravillosas en un enclave rodeado de montañas las más alejadas todas peladas de vegetación por la altura de ellas, ya que los inviernos en ellas debían de ser duros, se respiraba naturaleza y el silencio se rompía tras el graznar de algunas aves al pasar, como si vinieran a chismear quien irrumpía en su hábitat natural.
Al echar un vistazo a las laderas que nos habían acompañado en el viaje hasta allí, era ver un manto verde perdurable que hacían las extensiones de pinares. Por las indicaciones del GPS estábamos a pocos kilómetros de nuestro destino, la carretera cada vez se hacía más sinuosa y su estrechez hacia que en cada curva  tuviera que aminorar la marcha por si venia algún vehículo en dirección contraria, quizás porque fuera un día de diario, desde que dejamos la autovía y cruzásemos los tres pueblos de nuestro recorrido, nos cruzamos con no más de tres vehículos, las señales de aviso de animales sueltos abundaban en el recorrido, en más de una ocasión tuvimos que parar y ceder el paso al ganado que cruzaba a sus anchas de un prado a otro.
La carretera serpenteaba a través de bosques de robles jóvenes, atrás dejamos un hayedo el cual según nos dijeron en uno de los pueblos que paramos a tomar un café era el más grande en extensión del sur de Europa. Por fin vimos en el último cruce de carreteras el nombre del lugar al que nos dirigíamos ¨Bocigano de la sierra¨ la carretera seguía siendo tan sinuosa como por la que habíamos venido y desde el cruce todo se hacía de subida, en el altímetro del coche marcaba a falta de pocos kilómetros para llegar a nuestro destino, mil doscientos metros de altitud. Se nos presentaban creo, que iban a ser unos días inolvidables, rodeados de naturaleza pura.
Llegamos a lo que era la plaza del pueblo, aunque más bien era una aldea.
Tardamos unas dos horas en llegar, era medio día, llegamos a la plaza y aparcamos el coche.
El pueblo era muy pequeño, el centro neurológico por llamarlo de alguna manera, estaba alrededor de una fuente con dos caños, al pie de un joven Olmo. Cualquiera de los dos chorros de agua invitaban a echarse un trago, el agua estaba fría y se agradecía aunque la temperatura no había cambiado mucho desde que salimos de casa, pero se notaba la brisa de montaña que corría entre las escasas callejuelas del pueblo. En la plaza se encontraban algunos muchachos correteando, un grupo de mujeres charlando mientras esperaban su turno a que les atendiese lo que parecía el pescadero ambulante, dentro de una furgoneta preparada para tal uso. Imaginamos que no debía haber tiendas en el pueblo.
De la plaza salían no más de seis calles, y por lo que pudimos intuir la carretera finalizaba en la plaza, no obstante preguntamos a dos hombres que estaban sentados en uno de los poyetes situados detrás del pilón de los dos caños a la sombra del Olmo.
-Buenos días ¿Saben si aquí es donde acaba la carretera?
-Muy buenas, si aquí acaba ¿Dónde querían ir?─ Nos contestaron… Eran dos hombres de una edad avanzada, con la piel curtida, los dos con boinas negras echadas hacia atrás que dejaban entre ver la frente, con la marca blanquecina que dejaba las marcas de los rayos del sol
-Simplemente era curiosidad… Verán, estamos de vacaciones y el azar ha hecho que vengamos a esta zona de vacaciones ¿saben si aquí hay hospedaje?
-Si─contesto uno de ellos – Miren, sigan la reguera que baja calle abajo y encontraran un bar, hay alquilan habitaciones, pregunten dentro.
-Muchas gracias, son ustedes muy amables.
-Vayan con dios – Se despidieron de nosotros y siguieron con su conversación-
De lo alto del pueblo bajaba un reguero de agua, que se escondía antes de llegar a la plaza y veía la luz a la mitad de ella, el agua que corría por ella era una agua cristalina y con el sonido particular del correr del agua, no era profunda y no más de dos palmos de ancha y con un caudal rápido, pasamos por delante de lo que supuesta mente era el ayuntamiento, nos encontramos a mitad de la cuesta de la calle con el bar que nos habían indicado, preguntamos si había habitaciones, pero estaba al completo. Menos mal que habíamos venido preparados. Preguntamos si había senderos o caminos para subir a lo alto de la sierra con vehículos 4x4, nos indicaron que había un camino que salía de la carretera a la altura de en lo que sus tiempos fueron las eras. Cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos al citado camino, detrás de nosotros venia un 4x4, al entrar al camino paramos para preguntar al conductor que venía detrás de nosotros.
-Buenos días, ¿queríamos saber si este es el camino de las eras?─preguntamos a un hombre.
-Hola buenos días, si quieren yo me dirijo a lo alto de la sierra, la pista en algunos de sus tramos esta en mal estado, pero con el coche que llevan no tendrán ningún problema- nos contesto el hombre muy amablemente.
Cruzamos por delante de varias granjas, con ganado de vacas y ovejas, cada vez que íbamos alcanzado mas metros de altura, la vegetación se iba haciendo más exuberante, nos iban acompañando robles y castaños, cruzamos un par de riachuelos sin ningún problema para los vehículos, la pista se empezó hacer mas enarbolada con un zigzaguear a través de la ladera de una montaña, en algunos claros vimos ubicadas colmenas de abejas, con sus correspondientes letreros antes de llegar para avisar del posible peligro a las picaduras de los insectos, con la consiguiente subida de ventanillas para no tener acompañantes incomodas en el habitáculo del vehículo. La mañana seguía muy apacible, ni una nube en el cielo.
 Llegamos a un alto con un cruce de caminos, donde nuestro acompañante del otro coche paro, el hombre muy amable, nos estuvo explicando hacia donde se dirigían los caminos, desde lo alto se divisaban varios pueblos de la comarca, también se divisaba  el gran hayedo, delimitado por extensos prados de color verde en los cuales se veía pastar a ganado vacuno. Nos comento que más arriba había una zona en la que se podía acampar, por si queríamos pasar la noche allí... Nos subimos a los coches y continuamos por uno de los caminos, entre piedras y riscos, hubo algunos tramos en los que tuvimos que poner a prueba nuestro estrenado 4x4, incluso en algunas rampas tuvimos que utilizar las marchas más cortas con las cuatro ruedas motrices, la pista cada vez se estrechaba mas, había tramos en el corte de la montaña que las ruedas de la izquierda, se quedaban a una veintena de centímetros del corte del camino, lo mejor era no mirar hacia esa parte de la pista ya que el más mínimo despiste nos haría caer montaña abajo, vimos como nuestro amigo nos indicaba sacando el brazo por fuera de la ventanilla para que mirásemos a nuestra derecha…¡Eran buitres sobre volándonos!
Paramos unos metros más adelante, donde el camino se ensanchaba y pudimos parar en paralelo los dos coches, nos bajamos de los coches, le invitamos a fumar un cigarro.
- No nos hemos presentado…, mi mujer Ana y yo Carlos.
-Mi nombre es...Ricardo. He parado aquí porque creo que vale la pena, ver a los buitres en su estado natural- nos comento.
Era todo un placer ver el volar de algunos de ellos planeando por el cielo del valle, otros en lo alto de la montaña, posados comiendo.
-Cada dos o tres días, suben los encargados de la buitrera a traerles de comer. Un poco más adelante, está el lugar donde pondréis acampar-comento Ricardo. Continuamos la marcha a través de rodadas marcadas entre la vegetación de una planicie de una montaña, creímos que no estaríamos lejos donde nuestro amigo Ricardo comento que podríamos acampar y efectivamente no estábamos lejos. Paro el coche  y se bajo, se acerco al nuestro antes de que nos bajásemos.
-Mirar -señalando con su brazo- continuáis por esa rodadas, bajareis a una pequeña llanura al pie de la falda de la montaña, hay estaréis mas resguardados del frio, ya que a estas alturas al atardecer bajan bastante las temperaturas como podéis imaginaros, veréis una zona que está bastante húmeda al pie de un risco, ahí tendréis agua de un manantial, lo que si tengo que advertiros es que está totalmente prohibido hacer cualquier tipo de fuego, aunque me imagino que lo sabréis, yo iré unos kilómetros más para a delante donde tengo a los animales, soy pastor y al rebaño de ovejas y de cabras en verano los subo aquí durante todo el verano, mañana subiere de nuevo y si queréis os enseñare donde las tengo emplazadas, espero que disfrutéis del emplazamiento.
-Muchas gracias Ricardo por todo, has sido muy amable, esperaremos a que subas mañana y date por invitado para desayunar con nosotros.
Ricardo arranco su 4x4, nosotros nos pusimos también en marcha para bajar por  donde nos indico…
Después de conocer la verdad sobre Ricardo el pastor, Ana y yo nos quedamos atónitos. Subimos a la plaza de nuevo, no se podía estar en ella sin echar un trago de agua del pilón resguardado por la sombra de un olmo joven, nos contaron que anterior a él había otro centenario el cual enfermo, tuvieron que talar y arrancar sus raíces. Las calles eran estrechas, por las cuales apenas entraban coches, la arquitectura de las  casas eran típicas de la comarca, predominaba la pizarra y el adobe en su construcción en las más antiguas, las pocas edificaciones nuevas se levantaban con el mismo estilo a las viejas. En uno de los laterales de las puertas de las casas, siempre se podía encontrar un poyato para sentarse y como no, en las noches de veranos era lugar de encuentro entre los vecinos. Nos acercamos al cementerio, estaba en la parte baja del pueblo
¿Cómo podíamos haber hablado con una persona muerta? Era tan real Ricardo como nosotros, después de acopiar provisiones en el 4x4 decidimos subir de nuevo a lo alto de las montañas.

Rafael Huertas



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