Todo sucedió durante unas vacaciones,
ese año estrenábamos coche, un reluciente 4x4, decidimos elegir el destino a
dedo y nunca mejor dicho, bueno más que a dedo a la suerte de la punta de un
lápiz, cogimos un mapa de los alrededores con no más de 300 km de distancia
alrededor desde nuestra ubicación. Le toco a mi mujer la suerte con los ojos
cerrados y un lápiz en la mano señalar nuestro destino.
La ubicación fue en la zona del macizo
de Ayllon, entre la comunidad de Madrid y la provincia de Segovia. Para
conseguir una ubicación más exacta del lugar al cual iríamos, echamos mano a un
mapa más amplio de la zona y de la misma manera que hicimos con el anterior
mapa, la punta del lapicero sujeto por mi mujer marco un enclave, sin ver el
nombre del sitio a que nos íbamos a dirigir introducimos en el GPS las
coordenadas del lugar, preparamos lo necesario para pasar unos días en zona de
montaña.
Salimos una mañana con una temperatura
ideal, a pesar de ser pleno verano sin necesidad de utilizar el aire
acondicionado del coche, una vez que salimos de la autovía la cual conocíamos
de otros viajes y siguiendo las indicaciones del GPS, nos desviamos a una
carretera secundaria, la cual nos dirigía hacia nuestro destino, pasados varios
cruces de carreteras nos encontramos en lo alto de un puerto desde el cual las
vistas era maravillosas en un enclave rodeado de montañas las más alejadas
todas peladas de vegetación por la altura de ellas, ya que los inviernos en
ellas debían de ser duros, se respiraba naturaleza y el silencio se rompía tras
el graznar de algunas aves al pasar, como si vinieran a chismear quien irrumpía
en su hábitat natural.
Al echar un vistazo a las laderas que
nos habían acompañado en el viaje hasta allí, era ver un manto verde perdurable
que hacían las extensiones de pinares. Por las indicaciones del GPS estábamos a
pocos kilómetros de nuestro destino, la carretera cada vez se hacía más sinuosa
y su estrechez hacia que en cada curva tuviera que aminorar la marcha por si venia
algún vehículo en dirección contraria, quizás porque fuera un día de diario,
desde que dejamos la autovía y cruzásemos los tres pueblos de nuestro
recorrido, nos cruzamos con no más de tres vehículos, las señales de aviso de
animales sueltos abundaban en el recorrido, en más de una ocasión tuvimos que
parar y ceder el paso al ganado que cruzaba a sus anchas de un prado a otro.
La carretera serpenteaba a través de
bosques de robles jóvenes, atrás dejamos un hayedo el cual según nos dijeron en
uno de los pueblos que paramos a tomar un café era el más grande en extensión
del sur de Europa. Por fin vimos en el último cruce de carreteras el nombre del
lugar al que nos dirigíamos ¨Bocigano de la sierra¨ la carretera seguía siendo
tan sinuosa como por la que habíamos venido y desde el cruce todo se hacía de
subida, en el altímetro del coche marcaba a falta de pocos kilómetros para
llegar a nuestro destino, mil doscientos metros de altitud. Se nos presentaban
creo, que iban a ser unos días inolvidables, rodeados de naturaleza pura.
Tardamos unas dos horas en llegar, era
medio día, llegamos a la plaza y aparcamos el coche.
El pueblo era muy pequeño, el centro neurológico por llamarlo de alguna manera, estaba alrededor de una fuente con
dos caños, al pie de un joven Olmo. Cualquiera de los dos chorros de agua
invitaban a echarse un trago, el agua estaba fría y se agradecía aunque la
temperatura no había cambiado mucho desde que salimos de casa, pero se notaba
la brisa de montaña que corría entre las escasas callejuelas del pueblo. En la
plaza se encontraban algunos muchachos correteando, un grupo de mujeres
charlando mientras esperaban su turno a que les atendiese lo que parecía el
pescadero ambulante, dentro de una furgoneta preparada para tal uso. Imaginamos
que no debía haber tiendas en el pueblo.
De la plaza salían no más de seis
calles, y por lo que pudimos intuir la carretera finalizaba en la plaza, no
obstante preguntamos a dos hombres que estaban sentados en uno de los poyetes
situados detrás del pilón de los dos caños a la sombra del Olmo.
-Buenos días ¿Saben si aquí es donde
acaba la carretera?
-Muy buenas, si aquí acaba ¿Dónde
querían ir?─ Nos contestaron… Eran dos hombres de una edad avanzada, con la
piel curtida, los dos con boinas negras echadas hacia atrás que dejaban entre
ver la frente, con la marca blanquecina que dejaba las marcas de los rayos del
sol
-Simplemente era curiosidad… Verán,
estamos de vacaciones y el azar ha hecho que vengamos a esta zona de vacaciones
¿saben si aquí hay hospedaje?
-Si─contesto uno de ellos – Miren,
sigan la reguera que baja calle abajo y encontraran un bar, hay alquilan
habitaciones, pregunten dentro.
-Muchas gracias, son ustedes muy
amables.
-Vayan con dios – Se despidieron de
nosotros y siguieron con su conversación-
De lo alto del pueblo bajaba un
reguero de agua, que se escondía antes de llegar a la plaza y veía la luz a la
mitad de ella, el agua que corría por ella era una agua cristalina y con el
sonido particular del correr del agua, no era profunda y no más de dos palmos
de ancha y con un caudal rápido, pasamos por delante de lo que supuesta mente era el ayuntamiento, nos encontramos a mitad de la cuesta de la calle con el
bar que nos habían indicado, preguntamos si había habitaciones, pero estaba al
completo. Menos mal que habíamos venido preparados. Preguntamos si había
senderos o caminos para subir a lo alto de la sierra con vehículos 4x4, nos
indicaron que había un camino que salía de la carretera a la altura de en lo
que sus tiempos fueron las eras. Cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos al
citado camino, detrás de nosotros venia un 4x4, al entrar al camino paramos
para preguntar al conductor que venía detrás de nosotros.
-Buenos días, ¿queríamos saber si este
es el camino de las eras?─preguntamos a un hombre.
-Hola buenos días, si quieren yo me
dirijo a lo alto de la sierra, la pista en algunos de sus tramos esta en mal
estado, pero con el coche que llevan no tendrán ningún problema- nos contesto
el hombre muy amablemente.
Cruzamos por delante de varias
granjas, con ganado de vacas y ovejas, cada vez que íbamos alcanzado mas metros
de altura, la vegetación se iba haciendo más exuberante, nos iban acompañando
robles y castaños, cruzamos un par de riachuelos sin ningún problema para los
vehículos, la pista se empezó hacer mas enarbolada con un zigzaguear a través
de la ladera de una montaña, en algunos claros vimos ubicadas colmenas de
abejas, con sus correspondientes letreros antes de llegar para avisar del
posible peligro a las picaduras de los insectos, con la consiguiente subida de
ventanillas para no tener acompañantes incomodas en el habitáculo del vehículo.
La mañana seguía muy apacible, ni una nube en el cielo.
Llegamos a un alto con un cruce de caminos,
donde nuestro acompañante del otro coche paro, el hombre muy amable, nos estuvo
explicando hacia donde se dirigían los caminos, desde lo alto se divisaban
varios pueblos de la comarca, también se divisaba el gran hayedo, delimitado por extensos
prados de color verde en los cuales se veía pastar a ganado vacuno. Nos comento
que más arriba había una zona en la que se podía acampar, por si queríamos
pasar la noche allí... Nos subimos a los coches y continuamos por uno de los
caminos, entre piedras y riscos, hubo algunos tramos en los que tuvimos que
poner a prueba nuestro estrenado 4x4, incluso en algunas rampas tuvimos que
utilizar las marchas más cortas con las cuatro ruedas motrices, la pista cada
vez se estrechaba mas, había tramos en el corte de la montaña que las ruedas de
la izquierda, se quedaban a una veintena de centímetros del corte del camino,
lo mejor era no mirar hacia esa parte de la pista ya que el más mínimo despiste
nos haría caer montaña abajo, vimos como nuestro amigo nos indicaba sacando el
brazo por fuera de la ventanilla para que mirásemos a nuestra derecha…¡Eran
buitres sobre volándonos!
Paramos unos metros más adelante,
donde el camino se ensanchaba y pudimos parar en paralelo los dos coches, nos
bajamos de los coches, le invitamos a fumar un cigarro.
- No nos hemos presentado…, mi mujer
Ana y yo Carlos.
-Mi nombre es...Ricardo. He parado
aquí porque creo que vale la pena, ver a los buitres en su estado natural- nos
comento.
Era todo un placer ver el volar de
algunos de ellos planeando por el cielo del valle, otros en lo alto de la
montaña, posados comiendo.
-Cada dos o tres días, suben los
encargados de la buitrera a traerles de comer. Un poco más adelante, está el
lugar donde pondréis acampar-comento Ricardo. Continuamos la marcha a través de
rodadas marcadas entre la vegetación de una planicie de una montaña, creímos
que no estaríamos lejos donde nuestro amigo Ricardo comento que podríamos
acampar y efectivamente no estábamos lejos. Paro el coche y se bajo, se acerco al nuestro antes de que
nos bajásemos.
-Mirar -señalando con su brazo-
continuáis por esa rodadas, bajareis a una pequeña llanura al pie de la falda
de la montaña, hay estaréis mas resguardados del frio, ya que a estas alturas
al atardecer bajan bastante las temperaturas como podéis imaginaros, veréis una
zona que está bastante húmeda al pie de un risco, ahí tendréis agua de un
manantial, lo que si tengo que advertiros es que está totalmente prohibido
hacer cualquier tipo de fuego, aunque me imagino que lo sabréis, yo iré unos
kilómetros más para a delante donde tengo a los animales, soy pastor y al
rebaño de ovejas y de cabras en verano los subo aquí durante todo el verano,
mañana subiere de nuevo y si queréis os enseñare donde las tengo emplazadas,
espero que disfrutéis del emplazamiento.
-Muchas gracias Ricardo por todo, has
sido muy amable, esperaremos a que subas mañana y date por invitado para
desayunar con nosotros.
Ricardo arranco su 4x4, nosotros nos
pusimos también en marcha para bajar por
donde nos indico…
Después de conocer la verdad sobre
Ricardo el pastor, Ana y yo nos quedamos atónitos. Subimos a la plaza de nuevo,
no se podía estar en ella sin echar un trago de agua del pilón resguardado por
la sombra de un olmo joven, nos contaron que anterior a él había otro
centenario el cual enfermo, tuvieron que talar y arrancar sus raíces. Las
calles eran estrechas, por las cuales apenas entraban coches, la arquitectura
de las casas eran típicas de la comarca,
predominaba la pizarra y el adobe en su construcción en las más antiguas, las
pocas edificaciones nuevas se levantaban con el mismo estilo a las viejas. En
uno de los laterales de las puertas de las casas, siempre se podía encontrar un
poyato para sentarse y como no, en las noches de veranos era lugar de encuentro
entre los vecinos. Nos acercamos al cementerio, estaba en la parte baja del
pueblo
¿Cómo podíamos haber hablado con una
persona muerta? Era tan real Ricardo como nosotros, después de acopiar provisiones
en el 4x4 decidimos subir de nuevo a lo alto de las montañas.
Rafael Huertas
No hay comentarios:
Publicar un comentario