sábado, 22 de noviembre de 2014

La agonía después de la pasión



 

 Mi jefa Verónica me había invitado a ir de excursión con ella un fin de semana a una zona montañosa a una cabaña alejada de la ciudad, tengo que decir que me sorprendió la invitación nunca se me habría pasado por la cabeza pensar cómo podía ser un fin de semana con ella.

Verónica, una mujer luchadora y emprendedora de treinta y tantos años, dueña de una empresa dedicada a la comercialización de productos de cosmética. Divorciada de su marido hace años, según ella por falta de convivencia entre los dos ya que el pasaba más tiempo de viajes de negocios que junto a ella. Yo era representante de la empresa, llevaba la comercialización y venta de productos para hombres, entre a formar parte de la empresa poco después del divorcio de ella, por circunstancias de mi puesto de trabajo nos veíamos muy a menudo. Desde el primer día que la conocí me quede prendido de su forma de actuar como jefa, aunque quizás algo exigente, tenia buen trato con todo el personal y se le apreciaba bastante.

 A los pocos meses de mi incorporación, aparte del trato laboral se inicio una buena amistad. Ella por su parte era reacia a que en la empresa supieran de esa amistad que con el tiempo se fue consolidando. Cuando el trabajo no lo permitía solíamos quedar un par de veces a la semana para tomar algo y con la exclusión de hablar sobre trabajo por parte de los dos.

Sus sentimientos hacia mí creo que no pasaban de una buena amistad, sin en cambio los míos cada día que pasaba eran de una atracción hacia ella, no sé si sería una atracción amorosa o simplemente sexual, lo que sí es cierto que una mujer como ella era para atraer a cualquier hombre, con pelo muy corto de color negro azabache, ojos grandes almendrados marrones, labios muy marcados, alguna que otra peca y piel morena, estatura media, un físico esbelto con curvas que cualquier hombre le gustaría perderse por él y acompañado siempre con muy buen gusto a la hora de vestir y lo que más me fascinaba de ella es que teniendo una empresa dedicada a la cosmética, en su cara el único cosmético que usaba era el pintalabios, nunca le vi arreglada con ningún tipo de cosmético en su cara.

Los días anteriores a que llegase el fin de semana se me hicieron eternos y cada día que pasaba notaba en mi cierto nerviosismo, me recordó a mi primera cita de adolescente notaba en algunas horas del día el típico cosquilleo en las tripas. 

El día anterior a la cita me llamo a su despacho, ella estaba tan elegante como siempre, creo que era su belleza natural la que me tanto me embelesaba. Yo creí que me habría hecho llamar para hablar sobre algún tema sobre el trabajo, pero no fue así, fue para concretar la hora a la que me pasaría a recoger ya que mi coche lo tenía en el taller en una revisión.

Llego el día de la cita para pasar el fin de semana, y aunque la noche anterior me acosté tarde después de tomar unas copas con unos amigos, antes de que sonara la alarma del despertador yo estaba preparando lo que me iba a llevar.

Llegada la hora a la que habíamos quedado, nada más salir de casa y bajando en el ascensor note en mi estomago como si aleteasen mariposas dentro.

Una vez en la calle mire a un lado y a otro para ver si había llegado, Verónica no había llegado aun, mire el reloj y era la hora en punto a la que habíamos quedado y ella solía ser bastante puntual, tampoco le di mucha importancia a su retraso.

Al llegar, lo primero que hizo fue pedirme disculpas por el retraso. Me comento que había pasado a comprar algo de comida y unas bebidas ya que en la cabaña no había nada, pues hacia muchos meses que no iba por allí.

 Ella siempre circulaba con un pequeño utilitario según ella era lo más cómodo para la ciudad pero se presento con un todo terreno, me comento que según las previsiones meteorológicas quizás lloviese en la zona a donde nos dirigíamos.

Una vez subidos en el coche me pregunto… ― ¿Qué clase de música quieres escuchar Raul?

―Pon la que tú quieras me gusta toda clase de música― le conteste.

Puso un CD con recopilación de música de la movida madrileña. Le comente que la tarde anterior yo había quedado con unos amigos a tomar unas cervezas y acabamos a altas horas de la noche, que si durante el recorrido me hablaba y no le contestaba que me perdonase, pero llevaba bastantes horas de sueño atrasadas y seguro que el sueño me vencería en el viaje. Su contestación fue…, que no me preocupase que la zona donde se hallaba la cabaña estaba a unas horas de viaje, esas fueron las últimas palabras que le escuche antes de que el sueño me venciera.

 El estado en el que se encontraba el camino hizo que me despertara, mire el reloj y habían pasado unas tres horas y media desde que salimos de la ciudad.

― ¡Hombre el bello durmiente se ha despertado! – comento

― ¿Donde nos encontramos Verónica?─ le pregunte, con los ojos entre abiertos

―A unos treinta kilómetros Raúl, dejamos la carreta hace ya un rato menos mal que venimos en el todo terreno no sabía que el camino estuviera en tan mal estado.

Continúo la conversación comentando la historia sobre la cabaña.

―La cabaña era de mis padres, mi padre era un gran aficionado a la pesca y antes de nacer yo compro unas tierras al lado de un lago e hizo que le construyeran una cabaña para venir los fines de semana, a mi madre le encantaba la naturaleza y se hizo amante del hobby de la jardinería, el tiempo para ella se paraba cuidando de su jardín. Verónica también me conto que era hija única y que sus padres fallecieron en un accidente de tráfico, su abuela materna fue la que se hizo cargo de ella al fallecer sus padres, nunca me había comentado nada sobre su familia y eso me hacía creer más en la amistad que habíamos entablado.

Tras recorrer los treinta kilómetros por un camino entre bosques, subidas y bajadas por montes llenos de paisajes y naturaleza e incluso vadeamos un rio no muy profundo aunque hubo un momento al cruzarlo que el agua llego a cubrir las ruedas, pero con la pericia de conducción de Verónica no tuvimos ningún problema en sortearlo,  también tengo que decir que desde que desperté no llegue a ver civilización ninguna.

Llegamos a la cabaña, yo me la había imaginado mucho más pequeña de cómo era, estaba rodeada por una cerca de madera, Verónica se bajo del coche y abrió el candado del cerrojillo de la puerta de entrada a la parcela, tenía una especie de camino de piedra hasta la entrada a la cabaña con dos praderas a sus laterales, los alrededores lo formaban, un gran bosque de pinos y matorrales bajos. La cabaña era de una sola planta, directamente se entraba a un gran salón, a la izquierda de la entrada un baño, en el salón una gran chimenea con muebles ambos lados uno de ellos de estantería repleta de libros y el otro un mueble bar con la parte baja de leñera, un sofá con don sillones enfrente a la chimenea, un ventanal grande que daba a una terraza al exterior, en unos de los laterales de la chimenea se encontraban cinco cañas de pescar colgadas de la pared de madera, el salón de la cocina estaba separada por una barra, en la cocina había una mesa alargada con sillas alrededor, tenía dos habitaciones una de ellas bastante amplia con una baño completo una cama grande con cabecero y pie de hierro de forja, mesillas ambos lados y una gran coqueta en un lateral de la habitación y armario con puertas de espejo, la otra habitación algo más pequeña, con una cama, un escritorio y un armario juvenil, imagine que sería la habitación de Verónica, pues estaba decorada con estanterías de muñecas. En la parte trasera de la cabaña se encontraba una especie un cuarto grande que hacía de trastero con el depósito de gasoil y un gran aljibe del agua potable, la verdad es que no se apreciaba que hubiera estado cerrada durante tantos meses.

― ¿Raúl qué te parece la cabaña?― me pregunto Verónica.

―Esta genial, además los alrededores son una medicina para la relajación― le conteste.

―Que te parece si sacamos del coche lo que he comprado y lo guardamos, la bebida la metemos en el frigorífico y así tendremos algo fresco para beber a la hora de la comida.

―Sí― le dije― pero déjame antes que saque dos botellas de vino de la mochila.

Salimos a coger del coche las bolsas de compra que Verónica había hecho, una vez introducida la bebida en el frigorífico y guardado la comida, mientras ella preparaba algo para comer, yo fui a darme una ducha.

Después de comer nos fuimos a dar un paseo por los alrededores.

―Te voy a enseñar la maravilla por la que mi padre construyó la cabaña en este lugar― me comento Verónica.

Era un gran lago con las aguas de tono azul verdoso reflejado por el color azul del cielo y el bosque frondoso que lo rodeaba.

―La verdad que es un sitio de ensueño Verónica― le comente.

De vuelta a la cabaña ella me cogió del brazo, era la primera vez que lo hacía desde que nos conocimos y la verdad es que me quede algo perplejo y la sensación de mariposas aleteando a mi estomago volvían. Se ponía el fin de semana interesante aunque no me quise hacer ilusiones de que ocurriera lo que había soñado tantas veces con ella.

Al llegar a la cabaña Verónica preparo para comer pasta y después de comer Verónica preparo café, una vez sentados en el sofá se levanto y me pregunto…

― ¿Raúl, quieres tomar algo después del café?

―Si― le conteste asintiendo con la cabeza.

―Yo traigo las copas, tú saca lo que quieras tomar las bebidas están en el mueble bar.

Cogí una botella sin abrir de brandy de 15 años.

― ¡Tienes buen gusto y paladar Raúl! Espero que lo tengas para todo de ahora en adelante― comento, el comentario no sabía si tomármelo como un preámbulo o que me quería poner a prueba de cuales iban a ser mis propósitos hacia ella el fin de semana, yo tenía claro que lo que surgiera no lo iba a desaprovechar siempre y cuando no afectase a nuestra relación en el trabajo y por supuesto de amistad, yo había tenido algunas relaciones ninguna de ellas serias y esta, por unas noches de sexo no iba a ser yo el culpable de estropear la amistad que tenia con ella, esa era mi forma de pensar en aquel momento.

―Lo bueno y lo exquisito gusta a todo el mundo Verónica y si va acompañado de un sitio como este y una compañía como la tuya, el envoltorio es lo de menos importa― creo que mi comentario en respuesta al suyo la toco tan profundamente, que se acerco a mí y dándome un beso en la mejilla…

―Eres un cielo de hombre Raúl, no sé cómo no te ha atrapado ninguna mujer todavía aunque contra menos rivales mejor― si mi comentario la toco profundamente el de ella me dejo sin palabras, estaba hecho un manojo de nervios era la primera vez que teníamos esa clase de conversación, en las demás ocasiones era de trabajo o algunas descripciones muy superficiales de nuestras vidas privadas. Dejamos las pinceladas de piropos y nos pusimos hablar sobre nuestras vidas pasadas, aunque las veces que ya habíamos quedado anteriormente nos habíamos contado algo, estuvimos charlando largo y tendido incluso de épocas de nuestra juventud.

Llegada la noche decidimos cenar en la terraza de la cabaña, la cena fue en plan de comida preparada, a la luz de unas velas y de un cielo estrellado y acompañada de una de las botellas de vino que lleve yo, la temperatura era agradable y nos acompañaba una luna llena con todo su resplandor.

Al igual que en la comida, el café lo acompañamos con la media botella que quedaba de Napoleón y con algo que me sorprendió. Ninguno de los dos éramos fumadores asiduos, pero se levanto de la mesa y trajo un paquete de tabaco por si quería fumar, me extraño, ya que me había comentado que tuvo hace años problemas de corazón, iba a ser la primera vez que la viese fumar.

―Si apetece fumar, te puedo acompañar fumándome yo otro― le dije― aunque no suelo fumar a menudo― una vez que nos fumamos los cigarrillos, ella comento…

―Raul, creo que lo mejor será que entremos dentro pues de aquí a nada, aquí afuera empezara a refrescar.

―Me parece bien― conteste.

Se acerco al coche y cogió del coche unos cuantos cds, los cargo en el equipo de música mientras yo, estruje la botella de Napoleón con las últimas dos copas que salieron. Sin darnos cuenta y acompañados por la arrebato de la bebida y por las baladas que sonaban a través de los altavoces del equipo de música,  nos encontramos sentados muy cerca en el sofá, con nuestras miradas cruzándose hacia nuestras bocas y con la incertidumbre de quien haría el primer movimiento para experimentar el sabor de los labios del otro.

Fui yo quien se acerco a su boca, fue un beso real sintiendo el calor y el humedecimiento de sus labios no como los que había compartido tantas noches en mis sueños con ella, los aleteos de mariposas había desaparecido para dar paso a la fogosidad para besarla y abrazarla, ella no se negó a ninguno, incluso llego el momento que era ella quien buscaba mis labios, eran momentos de ardor entre dos personas que habían encontrado la pasión quizás sin buscarla y con ganas de dar rienda suelta a nuestros sueños apasionados, una situación que por las circunstancias ninguno nos atrevimos a expresar en otros momentos y creo que era la noche apropiada y el lugar  para desbocar nuestras ganas mutuas de sentir nuestros cuerpos y disfrutar de una noche loca de amor y pasión.

La temperatura interior de nuestros cuerpos subía nuestro libido por momentos por las caricias, los susurros a nuestros oídos, despacio empezamos a quitarnos la ropa el uno al otro sin dejar un centímetro de nuestros cuerpos de acariciarse con besos y manos, el acariciar su cuerpo era como moldear curvas tras curvas sintiendo con el tacto cada poro de su piel, eran sensaciones tan especiales que jamás había tenido con ninguna otra mujer, ella estaba como si hubiera estando esperado este momento guardado con ansiedad en el interior de su cuerpo durante mucho tiempo. Nos levantamos los dos abrazados sin dejar de besuquearnos semis desnudos y nos dirigimos hacia la habitación grande, como si ella quisiera llevar el mando de un empujón me tumbo en la cama, se sentó sobre mi pecho y como una loba en celo, empezó a mordisquearme con suavidad por todo el cuerpo, yo me dejaba llevar por su ansiedad  apasionada, de pronto se levanto y sin mediar palabra, saco cuatro cinturones del armario, yo aun sorprendido por la situación no solté palabra intuía  lo que quería hacerme y la verdad que no me disgustaba la clase de juego erótico al que quería someterme, me ato una mano a cada extremo del cabecero y lo mismo hizo con mis pies, los ato a las esquinas del pie cero de la cama.

―Raúl, si te sientes incomodo dímelo y te desato― comento con voz suave.

―No si tú lo deseas hacerlo, disfrutemos del momento de placer y que el deseo de nuestros cuerpos nos lleven al abismo del placer.

Una vez inmovilizado la pasión la desbordó, se unió a mí como si fuéramos arder de pasión y de un placer sin fin, ella sentía su gozo en su interior, sus contoneos encima de mí como una yegua desbocada hicieron que yo no tárdese en eyacular. No podría decir lo que tardaron nuestros cuerpos en enfriarse pues las situaciones seguidas a la primera a cual más ardientes. Después de las primeras montadas desbocadas sobre mí, quedamos los dos un buen rato extenuados intentando reponer  fuerzas para lo que podía quedar  de noche desenfrenada de amor y pasión. Ella con caricias mas pausadas y besos saboreando mi piel y yo esperando mi tiempo para intentar hacerla sentir también con mis cartas en el juego de pasión que ella había empezado.

Se levanto de encima de mí y salió de la cama con cara de seguir desbordando placer del interior de su cuerpo.

―Enseguida vuelvo Raúl, te desato y continuamos― esas fueron sus palabras mientras se dirigía hacia la puerta del baño― no tardes― le dije mientras  yo disfrutaba con la vista puesta en su cuerpo contoneándose.

Escuche el agua de la cisterna y a continuación el agua del grifo del lavabo correr, imagine que estaría bebiendo agua o lavándose la cara, el tiempo que llevaba dentro desde que cerró el grifo ya se excedía.

― ¿Verónica te encuentras bien? pregunte desde la cama.

―Sí, enseguida salgo tú no te levantes―la situación en la que me encontraba no era para ir a por el tabaco y encenderme un cigarro, que es lo que más apetece después de un rato de sexo, comente para mis adentros

Pasado un rato Verónica salió del baño medio tambaleándose hasta llegar al puerta apoyándose en el cerco, tenía la cara desencajada le note como si la hubiera dado un bajada de tensión o algo parecido.

―Verónica ¿te encuentra bien?― le pregunte.

No hubo contestación por su parte, vi como la mirada de sus ojos estaba perdida sin mirar a ninguna parte con gran esfuerzo dio unos pasos hacia la cama extendiendo su brazo derecho como señalando algo me empezó a preocupar su cambio.

― ¡Verónica, que te ocurre dime algo!

De pronto vi como su cuerpo se desplomaba al suelo desvanecido, cayó justo al lado derecho de la cama desde mi posición tumbado y atado vi como quedo de costado con los ojos cerrados hacia la posición de la cama con su brazo derecho extendido como queriendo alcanzar o señalar algo.

― ¡Verónica, Verónica! ¡Por dios dime algo, despierta! ¡Verónica! ¡Verónica!― grite desesperadamente

Parecía que era en vano dirigirme a ella gritándola varias veces para ver si volvía en sí. Me quede fijo mirando su cuerpo por si veía algún movimiento en su cuerpo con la esperanza que no tardase en recuperarse. Deje pasar unos minutos por si su situación cambiaba, pero no fue así, volví a gritar con todas mis fuerzas por si había alguna posibilidad de que me escuchase.

― ¡Verónica, Verónica!― mis gritos fueron en vano ninguna parte de su cuerpo se movió.

Empecé a impacientarme por la situación, ella caída en el suelo desnuda sin saber que le podía haber ocurrido y atado en una cama totalmente desnudo y con una movilidad muy escasa empecé a temer por la situación de inquietud que me esperaba. Intente hacer toda clases de movimientos con mis muñecas por si había alguna posibilidad de que se deslizasen a través de los cinturones que las sujetaban pero mis intentos fueron en vano, empecé hacer movimientos bruscos con mi cuerpo de un lado para otro sobre mí aunque no sirvieron de nada, si había aguantado la cama a los embistes que le habíamos dado los dos haciendo el amor, la cama también sobrevivió a los míos.

Me empezaron a entrar sudores por la desesperación e intente tranquilizarme aunque la situación no ayudaba mucho estaba tumbado en una cama atado con mi amiga desfallecida en el suelo, así era o quería que fuese el estado de  Verónica, en un lugar apartado de la civilización sin esperanzas de que nadie supiera donde nos encontrábamos no era lugar de paso para nadie.

Perdido en la noción del tiempo pues en la habitación no había ningún reloj, los móviles estaban en el salón y en silencio para que nadie nos molestase durante todo el fin de semana, intente recordad si a alguien le había insinuado los planes del fin de semana pero estaba seguro de que no lo hice, según ella me comento tampoco sabía nadie de sus planes.

La única esperanza que había era que ella despertase, quería tener la certeza que podía haber sido un desfallecimiento por el alcohol tomado y que la hubiera sentado mal, pero un momento…, gire mi cabeza y vi un frasco de pastillas uf menos mal estaba lleno, se me había pasado por un instante por la cabeza que hubiera tomado algunas pastillas de mas aunque nunca me comento que se medicase, si sabía que tuvo hace muchos años un problema de corazón ¿pero entonces esas pastillas para que las tenia? no eran de ningún medicamento que yo conociera, serian para alguna clases de dolores leves.

Dada la postura de mis manos y brazos empecé a notar cómo se me empezaban a dormir con un ligero hormigueo, empecé hacer movimientos con ellas ya que notaba como si se me estuvieran entumeciendo.

El silencio empezaba apoderarse de la habitación, intente escuchar la respiración de Verónica pero había un sonido que enmudecía el silencio, era las que hacían las gotas al desprenderse del grifo del lavabo. Intente de nuevo despertarla de la única manera que podía, esta vez lo hice con un tono de voz más bajo y relajado por si surtía mas efecto que gritando.

―Verónica, Verónica despierta por favor no me hagas esto a mí

Tampoco surgió el efecto deseado por mí su cuerpo seguía inmóvil en el suelo, del silencio total que había excluyendo el del goteo del lavabo, empecé a escucha una voz muy cerca a mí. No podía, ser los nervios me empezaban a pasar factura, era mi subconsciente al que escuchaba, la situación me empezaba hacer efecto de delirios o ¿qué me pasaba entonces?  

Escuchaba una voz dentro de mí que me decía…

Raul prueba a dormirte puede que sea un sueño lo que estés viviendo― ¡Es verdad! no es mala idea quizás sea una pesadilla ¿pero si despierto y la situación es la misma?― dije en voz alta.

No quería ni pensarlo pero la verdad es que el sueño me vencería en algún momento, las vistas desde mi posición en la cama ya estaban más que grabadas en mi mente y con ellas no encontraría la solución a mi ansiedad, en el entorno no había nada que me pudiera ayudar a llevar mejor la situación.

El cansancio se empezaba apoderar de mí, había empezado a perder la noción del corto espacio de tiempo transcurrido desde que Verónica cayó al suelo, los minutos se me empezaban hacer eternos como si el tiempo no quisiera aliarse conmigo, no quería quedarme dormido por si escuchaba algún ruido del exterior que me diera esperanzas de sobrevivir.

Joder es verdad sobrevivir  o morir, no se me había pasado por la cabeza que esa era en la situación en la que me encontraba. La verdad que podía llegar a morir de hambre aunque no se cuanto podría aguantar sin comer, me vino a la cabeza esas personas que una catástrofe de hundimiento de edificios se pasan días sin comer ni beber, no podía no quería pensar en ello.

De pronto me entraron ganas de orinar, pero que asco me empaparía con mis propios orines sabía que no podría aguantar demasiado tiempo ―otro infortunio mas a mi agonía― pensé. Un momento no podía ser, me estaba enterrando vivo sin yo querer yo no estaba agonizando ni mucho menos.

―Piensa que la muerte agonizando no debe ser una muerte muy piadosa piensa en otra manera de morir― ¡Otra vez tu, cállate! no quiero escucharte…, conteste a mi subconsciente o lo que fuera que me hablase ¿estaré entrando en un estado de locura? Estoy contestando a mi mente, subconsciente o lo que sea, pero si soy yo ¿porque me contesto en voz alta? Desde luego que o cambio de actitud o al final acabare mal.

Se me vino a la imaginación como si de una película se tratase mi vida en imágenes pasaban tan deprisa que no me daba tiempo a pensar en ningún momento especial, por más que intentaba rebobinar y recordar volvían a pasar a una velocidad que no las podía parar ―espero que no sea un síntoma, del llamamiento de la muerte― continuaba hablando conmigo mismo

Sin poder aguantarme más las ganas de orinar el liquido empezó a manchar la sabana ―creo que desde el momento que eyacule esta ha sido la segunda satisfacción que he tenido―me dije, ahora tocaba aguantar la molestia de la humedad y el olor.

Dada la situación y que Verónica pudiera estar muerta, me empecé a preguntar cuál sería la muerte más digna por llamarlo de alguna manera.

Deja de respirar quizás esa sea la menos agónica―déjame en paz tú no eres quien para decirme como quiero morir―le conteste a mi otro yo o a mí mismo, ya no sabía si contestaba a alguien o…, si era un síntoma de locura.

Desde luego, dejar de respirar sería un suicidio por mi parte y siempre he pensado que es de cobardes. Mi locura si sigo escuchándome seguro que será mi única compañera en el fin de mis días.

Me vino de nuevo a la cabeza, el tiempo que podía estar sin comer y que podría morir de hambre. Note que se me empezaba a poner mal cuerpo, desde luego no quería que se me pasase por la cabeza el hecho de que me podría venir una vomitera, eso no por favor, bastante tengo con tener a mi alrededor mi orín.

Serian ya altas horas de la noche y la situación seguía igual, yo con la cabeza no se en que sitio, Verónica sin dar señales de vida, menos mal que la luz del baño estaba encendida como la de la habitación y podía haber alguien que viese la luz en la lejanía aunque con tanta vegetación lo dudaba. Note que el sueño y el cansancio se empezaban apoderar de mí, los brazos se me empezaban a hinchar de tenerlos tantas horas hacia arriba, mis ánimos por momentos se desvanecían, empecé a pedir perdón en voz baja a las posibles personas a las cuales hubiera hecho daño aunque solo me serviría de consuelo hacia mí mismo. Mis parpados empezaron a caer, sin que yo pudiera hacer nada por tenerlos levantados. Tenía miedo por si al despertar la situación no hubiera cambiado nada.

No sé el tiempo que transcurrió desde que el agotamiento hizo que me durmiera.

¡Pero no por dios! mis ojos al abrirse notaron una luz muy luminosa. Por miedo los volví a cerrar, lo primero que pensé era de que estaba a punto de entrar en el túnel de la muerte y que su luz venia a por mí, no podía estar muerto

― ¡No quiero morir! ¡No es mi hora!― grite desesperadamente.

Creo que desfallecí de nuevo, el tiempo para mí dejo de existir desde la primera vez que se me cerraron los ojos, mi subconsciente ya no me hablaba.

De pronto note como mi mano se sentía apretada por otra  ¿Seria la muerte que me llevaba de la mano?

―Raul, Raul― era la voz de Verónica.

Era su voz ¿pero como…? Estaba muerta tumbada en el suelo de la habitación, ¿me estaba llamando desde el mas allá? Entonces yo también estaba muerto.

―Raul, Raul ¿me escuchas? Despierta por favor te necesito a mi lado― era su voz. Poco a poco y con muchísima desconfianza fui abriendo los ojos pues no sabía lo que me podría encontrar al abrirlos, gire la cabeza sintiendo un fuerte dolor y escuchando crujidos en mi cuello.

Era ella, sentada en un sillón con un collarín en el cuello, yo seguía tumbado en la misma postura en la que me quede dormido en la habitación. Pero un momento, mis manos estaban sobre la cama y la habitación no era la de la cabaña, era la de un hospital.

―Raul, lo primero que quiero es pedirte perdón y saber cómo te encuentras, tuvimos un accidente en la autovía camino a la cabaña, me despiste al mirarte como dormías y dimos varias vueltas de campana saliéndonos de la carretera. Has estado en estado de coma durante una semana, al principio los médicos temieron por tu vida, pero gracias a que has despertado.

Esas fueron las primeras explicaciones que me dio Verónica.                  

― ¿Pero entonces no llegamos a la cabaña? ¿Y tú, te encuentras bien? ― le pregunte.

―Sí, perfectamente alguna vertebra machacada pero me pondré bien…, no te preocupes. Tú tienes varias fracturas, pero de aquí a unos días si todo va bien, que lo ira, saldrás del hospital.

Después de todo lo ocurrido, la verdad es que el que salgas de dos muertes casi seguras, es para angustiarse en la agonía.

 

 

Rafael Huertas

domingo, 16 de noviembre de 2014

FIN DE SEMANA DE LEYENDA



Todo sucedió durante unas vacaciones, ese año estrenábamos coche, un reluciente 4x4, decidimos elegir el destino a dedo y nunca mejor dicho, bueno más que a dedo a la suerte de la punta de un lápiz, cogimos un mapa de los alrededores con no más de 300 km de distancia alrededor desde nuestra ubicación. Le toco a mi mujer la suerte con los ojos cerrados y un lápiz en la mano señalar nuestro destino.
La ubicación fue en la zona del macizo de Ayllon, entre la comunidad de Madrid y la provincia de Segovia. Para conseguir una ubicación más exacta del lugar al cual iríamos, echamos mano a un mapa más amplio de la zona y de la misma manera que hicimos con el anterior mapa, la punta del lapicero sujeto por mi mujer marco un enclave, sin ver el nombre del sitio a que nos íbamos a dirigir introducimos en el GPS las coordenadas del lugar, preparamos lo necesario para pasar unos días en zona de montaña.
Salimos una mañana con una temperatura ideal, a pesar de ser pleno verano sin necesidad de utilizar el aire acondicionado del coche, una vez que salimos de la autovía la cual conocíamos de otros viajes y siguiendo las indicaciones del GPS, nos desviamos a una carretera secundaria, la cual nos dirigía hacia nuestro destino, pasados varios cruces de carreteras nos encontramos en lo alto de un puerto desde el cual las vistas era maravillosas en un enclave rodeado de montañas las más alejadas todas peladas de vegetación por la altura de ellas, ya que los inviernos en ellas debían de ser duros, se respiraba naturaleza y el silencio se rompía tras el graznar de algunas aves al pasar, como si vinieran a chismear quien irrumpía en su hábitat natural.
Al echar un vistazo a las laderas que nos habían acompañado en el viaje hasta allí, era ver un manto verde perdurable que hacían las extensiones de pinares. Por las indicaciones del GPS estábamos a pocos kilómetros de nuestro destino, la carretera cada vez se hacía más sinuosa y su estrechez hacia que en cada curva  tuviera que aminorar la marcha por si venia algún vehículo en dirección contraria, quizás porque fuera un día de diario, desde que dejamos la autovía y cruzásemos los tres pueblos de nuestro recorrido, nos cruzamos con no más de tres vehículos, las señales de aviso de animales sueltos abundaban en el recorrido, en más de una ocasión tuvimos que parar y ceder el paso al ganado que cruzaba a sus anchas de un prado a otro.
La carretera serpenteaba a través de bosques de robles jóvenes, atrás dejamos un hayedo el cual según nos dijeron en uno de los pueblos que paramos a tomar un café era el más grande en extensión del sur de Europa. Por fin vimos en el último cruce de carreteras el nombre del lugar al que nos dirigíamos ¨Bocigano de la sierra¨ la carretera seguía siendo tan sinuosa como por la que habíamos venido y desde el cruce todo se hacía de subida, en el altímetro del coche marcaba a falta de pocos kilómetros para llegar a nuestro destino, mil doscientos metros de altitud. Se nos presentaban creo, que iban a ser unos días inolvidables, rodeados de naturaleza pura.
Llegamos a lo que era la plaza del pueblo, aunque más bien era una aldea.
Tardamos unas dos horas en llegar, era medio día, llegamos a la plaza y aparcamos el coche.
El pueblo era muy pequeño, el centro neurológico por llamarlo de alguna manera, estaba alrededor de una fuente con dos caños, al pie de un joven Olmo. Cualquiera de los dos chorros de agua invitaban a echarse un trago, el agua estaba fría y se agradecía aunque la temperatura no había cambiado mucho desde que salimos de casa, pero se notaba la brisa de montaña que corría entre las escasas callejuelas del pueblo. En la plaza se encontraban algunos muchachos correteando, un grupo de mujeres charlando mientras esperaban su turno a que les atendiese lo que parecía el pescadero ambulante, dentro de una furgoneta preparada para tal uso. Imaginamos que no debía haber tiendas en el pueblo.
De la plaza salían no más de seis calles, y por lo que pudimos intuir la carretera finalizaba en la plaza, no obstante preguntamos a dos hombres que estaban sentados en uno de los poyetes situados detrás del pilón de los dos caños a la sombra del Olmo.
-Buenos días ¿Saben si aquí es donde acaba la carretera?
-Muy buenas, si aquí acaba ¿Dónde querían ir?─ Nos contestaron… Eran dos hombres de una edad avanzada, con la piel curtida, los dos con boinas negras echadas hacia atrás que dejaban entre ver la frente, con la marca blanquecina que dejaba las marcas de los rayos del sol
-Simplemente era curiosidad… Verán, estamos de vacaciones y el azar ha hecho que vengamos a esta zona de vacaciones ¿saben si aquí hay hospedaje?
-Si─contesto uno de ellos – Miren, sigan la reguera que baja calle abajo y encontraran un bar, hay alquilan habitaciones, pregunten dentro.
-Muchas gracias, son ustedes muy amables.
-Vayan con dios – Se despidieron de nosotros y siguieron con su conversación-
De lo alto del pueblo bajaba un reguero de agua, que se escondía antes de llegar a la plaza y veía la luz a la mitad de ella, el agua que corría por ella era una agua cristalina y con el sonido particular del correr del agua, no era profunda y no más de dos palmos de ancha y con un caudal rápido, pasamos por delante de lo que supuesta mente era el ayuntamiento, nos encontramos a mitad de la cuesta de la calle con el bar que nos habían indicado, preguntamos si había habitaciones, pero estaba al completo. Menos mal que habíamos venido preparados. Preguntamos si había senderos o caminos para subir a lo alto de la sierra con vehículos 4x4, nos indicaron que había un camino que salía de la carretera a la altura de en lo que sus tiempos fueron las eras. Cogimos de nuevo el coche y nos dirigimos al citado camino, detrás de nosotros venia un 4x4, al entrar al camino paramos para preguntar al conductor que venía detrás de nosotros.
-Buenos días, ¿queríamos saber si este es el camino de las eras?─preguntamos a un hombre.
-Hola buenos días, si quieren yo me dirijo a lo alto de la sierra, la pista en algunos de sus tramos esta en mal estado, pero con el coche que llevan no tendrán ningún problema- nos contesto el hombre muy amablemente.
Cruzamos por delante de varias granjas, con ganado de vacas y ovejas, cada vez que íbamos alcanzado mas metros de altura, la vegetación se iba haciendo más exuberante, nos iban acompañando robles y castaños, cruzamos un par de riachuelos sin ningún problema para los vehículos, la pista se empezó hacer mas enarbolada con un zigzaguear a través de la ladera de una montaña, en algunos claros vimos ubicadas colmenas de abejas, con sus correspondientes letreros antes de llegar para avisar del posible peligro a las picaduras de los insectos, con la consiguiente subida de ventanillas para no tener acompañantes incomodas en el habitáculo del vehículo. La mañana seguía muy apacible, ni una nube en el cielo.
 Llegamos a un alto con un cruce de caminos, donde nuestro acompañante del otro coche paro, el hombre muy amable, nos estuvo explicando hacia donde se dirigían los caminos, desde lo alto se divisaban varios pueblos de la comarca, también se divisaba  el gran hayedo, delimitado por extensos prados de color verde en los cuales se veía pastar a ganado vacuno. Nos comento que más arriba había una zona en la que se podía acampar, por si queríamos pasar la noche allí... Nos subimos a los coches y continuamos por uno de los caminos, entre piedras y riscos, hubo algunos tramos en los que tuvimos que poner a prueba nuestro estrenado 4x4, incluso en algunas rampas tuvimos que utilizar las marchas más cortas con las cuatro ruedas motrices, la pista cada vez se estrechaba mas, había tramos en el corte de la montaña que las ruedas de la izquierda, se quedaban a una veintena de centímetros del corte del camino, lo mejor era no mirar hacia esa parte de la pista ya que el más mínimo despiste nos haría caer montaña abajo, vimos como nuestro amigo nos indicaba sacando el brazo por fuera de la ventanilla para que mirásemos a nuestra derecha…¡Eran buitres sobre volándonos!
Paramos unos metros más adelante, donde el camino se ensanchaba y pudimos parar en paralelo los dos coches, nos bajamos de los coches, le invitamos a fumar un cigarro.
- No nos hemos presentado…, mi mujer Ana y yo Carlos.
-Mi nombre es...Ricardo. He parado aquí porque creo que vale la pena, ver a los buitres en su estado natural- nos comento.
Era todo un placer ver el volar de algunos de ellos planeando por el cielo del valle, otros en lo alto de la montaña, posados comiendo.
-Cada dos o tres días, suben los encargados de la buitrera a traerles de comer. Un poco más adelante, está el lugar donde pondréis acampar-comento Ricardo. Continuamos la marcha a través de rodadas marcadas entre la vegetación de una planicie de una montaña, creímos que no estaríamos lejos donde nuestro amigo Ricardo comento que podríamos acampar y efectivamente no estábamos lejos. Paro el coche  y se bajo, se acerco al nuestro antes de que nos bajásemos.
-Mirar -señalando con su brazo- continuáis por esa rodadas, bajareis a una pequeña llanura al pie de la falda de la montaña, hay estaréis mas resguardados del frio, ya que a estas alturas al atardecer bajan bastante las temperaturas como podéis imaginaros, veréis una zona que está bastante húmeda al pie de un risco, ahí tendréis agua de un manantial, lo que si tengo que advertiros es que está totalmente prohibido hacer cualquier tipo de fuego, aunque me imagino que lo sabréis, yo iré unos kilómetros más para a delante donde tengo a los animales, soy pastor y al rebaño de ovejas y de cabras en verano los subo aquí durante todo el verano, mañana subiere de nuevo y si queréis os enseñare donde las tengo emplazadas, espero que disfrutéis del emplazamiento.
-Muchas gracias Ricardo por todo, has sido muy amable, esperaremos a que subas mañana y date por invitado para desayunar con nosotros.
Ricardo arranco su 4x4, nosotros nos pusimos también en marcha para bajar por  donde nos indico…
Después de conocer la verdad sobre Ricardo el pastor, Ana y yo nos quedamos atónitos. Subimos a la plaza de nuevo, no se podía estar en ella sin echar un trago de agua del pilón resguardado por la sombra de un olmo joven, nos contaron que anterior a él había otro centenario el cual enfermo, tuvieron que talar y arrancar sus raíces. Las calles eran estrechas, por las cuales apenas entraban coches, la arquitectura de las  casas eran típicas de la comarca, predominaba la pizarra y el adobe en su construcción en las más antiguas, las pocas edificaciones nuevas se levantaban con el mismo estilo a las viejas. En uno de los laterales de las puertas de las casas, siempre se podía encontrar un poyato para sentarse y como no, en las noches de veranos era lugar de encuentro entre los vecinos. Nos acercamos al cementerio, estaba en la parte baja del pueblo
¿Cómo podíamos haber hablado con una persona muerta? Era tan real Ricardo como nosotros, después de acopiar provisiones en el 4x4 decidimos subir de nuevo a lo alto de las montañas.

Rafael Huertas