Mi jefa Verónica me había invitado a ir de
excursión con ella un fin de semana a una zona montañosa a una cabaña alejada
de la ciudad, tengo que decir que me sorprendió la invitación nunca se me
habría pasado por la cabeza pensar cómo podía ser un fin de semana con ella.
Verónica,
una mujer luchadora y emprendedora de treinta y tantos años, dueña de una
empresa dedicada a la comercialización de productos de cosmética. Divorciada de
su marido hace años, según ella por falta de convivencia entre los dos ya que
el pasaba más tiempo de viajes de negocios que junto a ella. Yo era
representante de la empresa, llevaba la comercialización y venta de productos
para hombres, entre a formar parte de la empresa poco después del divorcio de
ella, por circunstancias de mi puesto de trabajo nos veíamos muy a menudo.
Desde el primer día que la conocí me quede prendido de su forma de actuar como
jefa, aunque quizás algo exigente, tenia buen trato con todo el personal y se
le apreciaba bastante.
A los pocos meses de mi incorporación, aparte
del trato laboral se inicio una buena amistad. Ella por su parte era reacia a
que en la empresa supieran de esa amistad que con el tiempo se fue
consolidando. Cuando el trabajo no lo permitía solíamos quedar un par de veces
a la semana para tomar algo y con la exclusión de hablar sobre trabajo por
parte de los dos.
Sus
sentimientos hacia mí creo que no pasaban de una buena amistad, sin en cambio
los míos cada día que pasaba eran de una atracción hacia ella, no sé si sería
una atracción amorosa o simplemente sexual, lo que sí es cierto que una mujer
como ella era para atraer a cualquier hombre, con pelo muy corto de color negro
azabache, ojos grandes almendrados marrones, labios muy marcados, alguna que
otra peca y piel morena, estatura media, un físico esbelto con curvas que
cualquier hombre le gustaría perderse por él y acompañado siempre con muy buen
gusto a la hora de vestir y lo que más me fascinaba de ella es que teniendo una
empresa dedicada a la cosmética, en su cara el único cosmético que usaba era el
pintalabios, nunca le vi arreglada con ningún tipo de cosmético en su cara.
Los
días anteriores a que llegase el fin de semana se me hicieron eternos y cada
día que pasaba notaba en mi cierto nerviosismo, me recordó a mi primera cita de
adolescente notaba en algunas horas del día el típico cosquilleo en las tripas.
El día
anterior a la cita me llamo a su despacho, ella estaba tan elegante como
siempre, creo que era su belleza natural la que me tanto me embelesaba. Yo creí
que me habría hecho llamar para hablar sobre algún tema sobre el trabajo, pero
no fue así, fue para concretar la hora a la que me pasaría a recoger ya que mi
coche lo tenía en el taller en una revisión.
Llego
el día de la cita para pasar el fin de semana, y aunque la noche anterior me
acosté tarde después de tomar unas copas con unos amigos, antes de que sonara
la alarma del despertador yo estaba preparando lo que me iba a llevar.
Llegada
la hora a la que habíamos quedado, nada más salir de casa y bajando en el
ascensor note en mi estomago como si aleteasen mariposas dentro.
Una vez
en la calle mire a un lado y a otro para ver si había llegado, Verónica no
había llegado aun, mire el reloj y era la hora en punto a la que habíamos
quedado y ella solía ser bastante puntual, tampoco le di mucha importancia a su
retraso.
Al
llegar, lo primero que hizo fue pedirme disculpas por el retraso. Me comento
que había pasado a comprar algo de comida y unas bebidas ya que en la cabaña no
había nada, pues hacia muchos meses que no iba por allí.
Ella siempre circulaba con un pequeño
utilitario según ella era lo más cómodo para la ciudad pero se presento con un
todo terreno, me comento que según las previsiones meteorológicas quizás
lloviese en la zona a donde nos dirigíamos.
Una vez
subidos en el coche me pregunto… ― ¿Qué clase de música quieres escuchar Raul?
―Pon la
que tú quieras me gusta toda clase de música― le conteste.
Puso un
CD con recopilación de música de la movida madrileña. Le comente que la tarde
anterior yo había quedado con unos amigos a tomar unas cervezas y acabamos a
altas horas de la noche, que si durante el recorrido me hablaba y no le
contestaba que me perdonase, pero llevaba bastantes horas de sueño atrasadas y
seguro que el sueño me vencería en el viaje. Su contestación fue…, que no me
preocupase que la zona donde se hallaba la cabaña estaba a unas horas de viaje,
esas fueron las últimas palabras que le escuche antes de que el sueño me
venciera.
El estado en el que se encontraba el camino
hizo que me despertara, mire el reloj y habían pasado unas tres horas y media
desde que salimos de la ciudad.
― ¡Hombre
el bello durmiente se ha despertado! – comento
― ¿Donde
nos encontramos Verónica?─ le pregunte, con los ojos entre abiertos
―A unos
treinta kilómetros Raúl, dejamos la carreta hace ya un rato menos mal que
venimos en el todo terreno no sabía que el camino estuviera en tan mal estado.
Continúo
la conversación comentando la historia sobre la cabaña.
―La
cabaña era de mis padres, mi padre era un gran aficionado a la pesca y antes de
nacer yo compro unas tierras al lado de un lago e hizo que le construyeran una
cabaña para venir los fines de semana, a mi madre le encantaba la naturaleza y
se hizo amante del hobby de la jardinería, el tiempo para ella se paraba cuidando
de su jardín. Verónica también me conto que era hija única y que sus padres
fallecieron en un accidente de tráfico, su abuela materna fue la que se hizo
cargo de ella al fallecer sus padres, nunca me había comentado nada sobre su
familia y eso me hacía creer más en la amistad que habíamos entablado.
Tras
recorrer los treinta kilómetros por un camino entre bosques, subidas y bajadas
por montes llenos de paisajes y naturaleza e incluso vadeamos un rio no muy
profundo aunque hubo un momento al cruzarlo que el agua llego a cubrir las
ruedas, pero con la pericia de conducción de Verónica no tuvimos ningún
problema en sortearlo, también tengo que
decir que desde que desperté no llegue a ver civilización ninguna.
Llegamos
a la cabaña, yo me la había imaginado mucho más pequeña de cómo era, estaba
rodeada por una cerca de madera, Verónica se bajo del coche y abrió el candado
del cerrojillo de la puerta de entrada a la parcela, tenía una especie de
camino de piedra hasta la entrada a la cabaña con dos praderas a sus laterales,
los alrededores lo formaban, un gran bosque de pinos y matorrales bajos. La
cabaña era de una sola planta, directamente se entraba a un gran salón, a la
izquierda de la entrada un baño, en el salón una gran chimenea con muebles
ambos lados uno de ellos de estantería repleta de libros y el otro un mueble
bar con la parte baja de leñera, un sofá con don sillones enfrente a la
chimenea, un ventanal grande que daba a una terraza al exterior, en unos de los
laterales de la chimenea se encontraban cinco cañas de pescar colgadas de la
pared de madera, el salón de la cocina estaba separada por una barra, en la
cocina había una mesa alargada con sillas alrededor, tenía dos habitaciones una
de ellas bastante amplia con una baño completo una cama grande con cabecero y pie
de hierro de forja, mesillas ambos lados y una gran coqueta en un lateral de la
habitación y armario con puertas de espejo, la otra habitación algo más
pequeña, con una cama, un escritorio y un armario juvenil, imagine que sería la
habitación de Verónica, pues estaba decorada con estanterías de muñecas. En la
parte trasera de la cabaña se encontraba una especie un cuarto grande que hacía
de trastero con el depósito de gasoil y un gran aljibe del agua potable, la verdad
es que no se apreciaba que hubiera estado cerrada durante tantos meses.
― ¿Raúl
qué te parece la cabaña?― me pregunto Verónica.
―Esta
genial, además los alrededores son una medicina para la relajación― le
conteste.
―Que te
parece si sacamos del coche lo que he comprado y lo guardamos, la bebida la
metemos en el frigorífico y así tendremos algo fresco para beber a la hora de
la comida.
―Sí― le
dije― pero déjame antes que saque dos botellas de vino de la mochila.
Salimos
a coger del coche las bolsas de compra que Verónica había hecho, una vez
introducida la bebida en el frigorífico y guardado la comida, mientras ella preparaba
algo para comer, yo fui a darme una ducha.
Después
de comer nos fuimos a dar un paseo por los alrededores.
―Te voy
a enseñar la maravilla por la que mi padre construyó la cabaña en este lugar―
me comento Verónica.
Era un
gran lago con las aguas de tono azul verdoso reflejado por el color azul del
cielo y el bosque frondoso que lo rodeaba.
―La
verdad que es un sitio de ensueño Verónica― le comente.
De
vuelta a la cabaña ella me cogió del brazo, era la primera vez que lo hacía
desde que nos conocimos y la verdad es que me quede algo perplejo y la
sensación de mariposas aleteando a mi estomago volvían. Se ponía el fin de
semana interesante aunque no me quise hacer ilusiones de que ocurriera lo que
había soñado tantas veces con ella.
Al
llegar a la cabaña Verónica preparo para comer pasta y después de comer
Verónica preparo café, una vez sentados en el sofá se levanto y me pregunto…
― ¿Raúl,
quieres tomar algo después del café?
―Si― le
conteste asintiendo con la cabeza.
―Yo
traigo las copas, tú saca lo que quieras tomar las bebidas están en el mueble
bar.
Cogí
una botella sin abrir de brandy de 15 años.
― ¡Tienes
buen gusto y paladar Raúl! Espero que lo tengas para todo de ahora en adelante―
comento, el comentario no sabía si tomármelo como un preámbulo o que me quería poner
a prueba de cuales iban a ser mis propósitos hacia ella el fin de semana, yo
tenía claro que lo que surgiera no lo iba a desaprovechar siempre y cuando no
afectase a nuestra relación en el trabajo y por supuesto de amistad, yo había
tenido algunas relaciones ninguna de ellas serias y esta, por unas noches de
sexo no iba a ser yo el culpable de estropear la amistad que tenia con ella,
esa era mi forma de pensar en aquel momento.
―Lo
bueno y lo exquisito gusta a todo el mundo Verónica y si va acompañado de un
sitio como este y una compañía como la tuya, el envoltorio es lo de menos
importa― creo que mi comentario en respuesta al suyo la toco tan profundamente,
que se acerco a mí y dándome un beso en la mejilla…
―Eres
un cielo de hombre Raúl, no sé cómo no te ha atrapado ninguna mujer todavía aunque
contra menos rivales mejor― si mi comentario la toco profundamente el de ella
me dejo sin palabras, estaba hecho un manojo de nervios era la primera vez que
teníamos esa clase de conversación, en las demás ocasiones era de trabajo o
algunas descripciones muy superficiales de nuestras vidas privadas. Dejamos las
pinceladas de piropos y nos pusimos hablar sobre nuestras vidas pasadas, aunque
las veces que ya habíamos quedado anteriormente nos habíamos contado algo,
estuvimos charlando largo y tendido incluso de épocas de nuestra juventud.
Llegada
la noche decidimos cenar en la terraza de la cabaña, la cena fue en plan de
comida preparada, a la luz de unas velas y de un cielo estrellado y acompañada
de una de las botellas de vino que lleve yo, la temperatura era agradable y nos
acompañaba una luna llena con todo su resplandor.
Al
igual que en la comida, el café lo acompañamos con la media botella que quedaba
de Napoleón y con algo que me sorprendió. Ninguno de los dos éramos fumadores asiduos,
pero se levanto de la mesa y trajo un paquete de tabaco por si quería fumar, me
extraño, ya que me había comentado que tuvo hace años problemas de corazón, iba
a ser la primera vez que la viese fumar.
―Si apetece
fumar, te puedo acompañar fumándome yo otro― le dije― aunque no suelo fumar a
menudo― una vez que nos fumamos los cigarrillos, ella comento…
―Raul,
creo que lo mejor será que entremos dentro pues de aquí a nada, aquí afuera
empezara a refrescar.
―Me
parece bien― conteste.
Se
acerco al coche y cogió del coche unos cuantos cds, los cargo en el equipo de
música mientras yo, estruje la botella de Napoleón con las últimas dos copas que
salieron. Sin darnos cuenta y acompañados por la arrebato de la bebida y por
las baladas que sonaban a través de los altavoces del equipo de música, nos encontramos sentados muy cerca en el sofá,
con nuestras miradas cruzándose hacia nuestras bocas y con la incertidumbre de
quien haría el primer movimiento para experimentar el sabor de los labios del
otro.
Fui yo
quien se acerco a su boca, fue un beso real sintiendo el calor y el
humedecimiento de sus labios no como los que había compartido tantas noches en
mis sueños con ella, los aleteos de mariposas había desaparecido para dar paso
a la fogosidad para besarla y abrazarla, ella no se negó a ninguno, incluso
llego el momento que era ella quien buscaba mis labios, eran momentos de ardor
entre dos personas que habían encontrado la pasión quizás sin buscarla y con
ganas de dar rienda suelta a nuestros sueños apasionados, una situación que por
las circunstancias ninguno nos atrevimos a expresar en otros momentos y creo
que era la noche apropiada y el lugar para desbocar nuestras ganas mutuas de sentir
nuestros cuerpos y disfrutar de una noche loca de amor y pasión.
La
temperatura interior de nuestros cuerpos subía nuestro libido por momentos por
las caricias, los susurros a nuestros oídos, despacio empezamos a quitarnos la
ropa el uno al otro sin dejar un centímetro de nuestros cuerpos de acariciarse
con besos y manos, el acariciar su cuerpo era como moldear curvas tras curvas
sintiendo con el tacto cada poro de su piel, eran sensaciones tan especiales
que jamás había tenido con ninguna otra mujer, ella estaba como si hubiera estando
esperado este momento guardado con ansiedad en el interior de su cuerpo durante
mucho tiempo. Nos levantamos los dos abrazados sin dejar de besuquearnos semis desnudos
y nos dirigimos hacia la habitación grande, como si ella quisiera llevar el
mando de un empujón me tumbo en la cama, se sentó sobre mi pecho y como una
loba en celo, empezó a mordisquearme con suavidad por todo el cuerpo, yo me
dejaba llevar por su ansiedad
apasionada, de pronto se levanto y sin mediar palabra, saco cuatro
cinturones del armario, yo aun sorprendido por la situación no solté palabra
intuía lo que quería hacerme y la verdad
que no me disgustaba la clase de juego erótico al que quería someterme, me ato
una mano a cada extremo del cabecero y lo mismo hizo con mis pies, los ato a
las esquinas del pie cero de la cama.
―Raúl,
si te sientes incomodo dímelo y te desato― comento con voz suave.
―No si
tú lo deseas hacerlo, disfrutemos del momento de placer y que el deseo de
nuestros cuerpos nos lleven al abismo del placer.
Una vez
inmovilizado la pasión la desbordó, se unió a mí como si fuéramos arder de
pasión y de un placer sin fin, ella sentía su gozo en su interior, sus
contoneos encima de mí como una yegua desbocada hicieron que yo no tárdese en
eyacular. No podría decir lo que tardaron nuestros cuerpos en enfriarse pues las
situaciones seguidas a la primera a cual más ardientes. Después de las primeras
montadas desbocadas sobre mí, quedamos los dos un buen rato extenuados
intentando reponer fuerzas para lo que
podía quedar de noche desenfrenada de
amor y pasión. Ella con caricias mas pausadas y besos saboreando mi piel y yo
esperando mi tiempo para intentar hacerla sentir también con mis cartas en el
juego de pasión que ella había empezado.
Se
levanto de encima de mí y salió de la cama con cara de seguir desbordando
placer del interior de su cuerpo.
―Enseguida
vuelvo Raúl, te desato y continuamos― esas fueron sus palabras mientras se dirigía
hacia la puerta del baño― no tardes― le dije mientras yo disfrutaba con la vista puesta en su cuerpo
contoneándose.
Escuche
el agua de la cisterna y a continuación el agua del grifo del lavabo correr,
imagine que estaría bebiendo agua o lavándose la cara, el tiempo que llevaba
dentro desde que cerró el grifo ya se excedía.
― ¿Verónica
te encuentras bien? pregunte desde la cama.
―Sí,
enseguida salgo tú no te levantes―la situación en la que me encontraba no era
para ir a por el tabaco y encenderme un cigarro, que es lo que más apetece después
de un rato de sexo, comente para mis adentros
Pasado
un rato Verónica salió del baño medio tambaleándose hasta llegar al puerta apoyándose
en el cerco, tenía la cara desencajada le note como si la hubiera dado un
bajada de tensión o algo parecido.
―Verónica
¿te encuentra bien?― le pregunte.
No
hubo contestación por su parte, vi como la mirada de sus ojos estaba perdida
sin mirar a ninguna parte con gran esfuerzo dio unos pasos hacia la cama
extendiendo su brazo derecho como señalando algo me empezó a preocupar su cambio.
―
¡Verónica, que te ocurre dime algo!
De
pronto vi como su cuerpo se desplomaba al suelo desvanecido, cayó justo al lado
derecho de la cama desde mi posición tumbado y atado vi como quedo de costado
con los ojos cerrados hacia la posición de la cama con su brazo derecho
extendido como queriendo alcanzar o señalar algo.
― ¡Verónica,
Verónica! ¡Por dios dime algo, despierta! ¡Verónica! ¡Verónica!― grite
desesperadamente
Parecía
que era en vano dirigirme a ella gritándola varias veces para ver si volvía en
sí. Me quede fijo mirando su cuerpo por si veía algún movimiento en su cuerpo con
la esperanza que no tardase en recuperarse. Deje pasar unos minutos por si su
situación cambiaba, pero no fue así, volví a gritar con todas mis fuerzas por
si había alguna posibilidad de que me escuchase.
―
¡Verónica, Verónica!― mis gritos fueron en vano ninguna parte de su cuerpo se
movió.
Empecé
a impacientarme por la situación, ella caída en el suelo desnuda sin saber que
le podía haber ocurrido y atado en una cama totalmente desnudo y con una
movilidad muy escasa empecé a temer por la situación de inquietud que me
esperaba. Intente hacer toda clases de movimientos con mis muñecas por si había
alguna posibilidad de que se deslizasen a través de los cinturones que las
sujetaban pero mis intentos fueron en vano, empecé hacer movimientos bruscos
con mi cuerpo de un lado para otro sobre mí aunque no sirvieron de nada, si
había aguantado la cama a los embistes que le habíamos dado los dos haciendo el
amor, la cama también sobrevivió a los míos.
Me
empezaron a entrar sudores por la desesperación e intente tranquilizarme aunque
la situación no ayudaba mucho estaba tumbado en una cama atado con mi amiga
desfallecida en el suelo, así era o quería que fuese el estado de Verónica, en un lugar apartado de la
civilización sin esperanzas de que nadie supiera donde nos encontrábamos no era
lugar de paso para nadie.
Perdido
en la noción del tiempo pues en la habitación no había ningún reloj, los
móviles estaban en el salón y en silencio para que nadie nos molestase durante
todo el fin de semana, intente recordad si a alguien le había insinuado los
planes del fin de semana pero estaba seguro de que no lo hice, según ella me
comento tampoco sabía nadie de sus planes.
La
única esperanza que había era que ella despertase, quería tener la certeza que
podía haber sido un desfallecimiento por el alcohol tomado y que la hubiera
sentado mal, pero un momento…, gire mi cabeza y vi un frasco de pastillas uf
menos mal estaba lleno, se me había pasado por un instante por la cabeza que
hubiera tomado algunas pastillas de mas aunque nunca me comento que se medicase,
si sabía que tuvo hace muchos años un problema de corazón ¿pero entonces esas
pastillas para que las tenia? no eran de ningún medicamento que yo conociera,
serian para alguna clases de dolores leves.
Dada
la postura de mis manos y brazos empecé a notar cómo se me empezaban a dormir
con un ligero hormigueo, empecé hacer movimientos con ellas ya que notaba como
si se me estuvieran entumeciendo.
El
silencio empezaba apoderarse de la habitación, intente escuchar la respiración
de Verónica pero había un sonido que enmudecía el silencio, era las que hacían
las gotas al desprenderse del grifo del lavabo. Intente de nuevo despertarla de
la única manera que podía, esta vez lo hice con un tono de voz más bajo y
relajado por si surtía mas efecto que gritando.
―Verónica,
Verónica despierta por favor no me hagas esto a mí
Tampoco
surgió el efecto deseado por mí su cuerpo seguía inmóvil en el suelo, del
silencio total que había excluyendo el del goteo del lavabo, empecé a escucha
una voz muy cerca a mí. No podía, ser los nervios me empezaban a pasar factura,
era mi subconsciente al que escuchaba, la situación me empezaba hacer efecto de
delirios o ¿qué me pasaba entonces?
Escuchaba
una voz dentro de mí que me decía…
Raul
prueba a dormirte puede que sea un sueño lo que estés viviendo― ¡Es verdad! no
es mala idea quizás sea una pesadilla ¿pero si despierto y la situación es la
misma?― dije en voz alta.
No
quería ni pensarlo pero la verdad es que el sueño me vencería en algún momento,
las vistas desde mi posición en la cama ya estaban más que grabadas en mi mente
y con ellas no encontraría la solución a mi ansiedad, en el entorno no había
nada que me pudiera ayudar a llevar mejor la situación.
El
cansancio se empezaba apoderar de mí, había empezado a perder la noción del
corto espacio de tiempo transcurrido desde que Verónica cayó al suelo, los
minutos se me empezaban hacer eternos como si el tiempo no quisiera aliarse
conmigo, no quería quedarme dormido por si escuchaba algún ruido del exterior
que me diera esperanzas de sobrevivir.
Joder
es verdad sobrevivir o morir, no se me había pasado por la cabeza que esa
era en la situación en la que me encontraba. La verdad que podía llegar a morir
de hambre aunque no se cuanto podría aguantar sin comer, me vino a la cabeza esas
personas que una catástrofe de hundimiento de edificios se pasan días sin comer
ni beber, no podía no quería pensar en ello.
De
pronto me entraron ganas de orinar, pero que asco me empaparía con mis propios
orines sabía que no podría aguantar demasiado tiempo ―otro infortunio mas a mi
agonía― pensé. Un momento no podía ser, me estaba enterrando vivo sin yo querer
yo no estaba agonizando ni mucho menos.
―Piensa
que la muerte agonizando no debe ser una muerte muy piadosa piensa en otra
manera de morir― ¡Otra vez tu, cállate! no quiero escucharte…, conteste a mi
subconsciente o lo que fuera que me hablase ¿estaré entrando en un estado de
locura? Estoy contestando a mi mente, subconsciente o lo que sea, pero si soy
yo ¿porque me contesto en voz alta? Desde luego que o cambio de actitud o al
final acabare mal.
Se
me vino a la imaginación como si de una película se tratase mi vida en imágenes
pasaban tan deprisa que no me daba tiempo a pensar en ningún momento especial, por
más que intentaba rebobinar y recordar volvían a pasar a una velocidad que no
las podía parar ―espero que no sea un síntoma, del llamamiento de la muerte―
continuaba hablando conmigo mismo
Sin
poder aguantarme más las ganas de orinar el liquido empezó a manchar la sabana
―creo que desde el momento que eyacule esta ha sido la segunda satisfacción que
he tenido―me dije, ahora tocaba aguantar la molestia de la humedad y el olor.
Dada
la situación y que Verónica pudiera estar muerta, me empecé a preguntar cuál
sería la muerte más digna por llamarlo de alguna manera.
Deja
de respirar quizás esa sea la menos agónica―déjame en paz tú no eres quien para
decirme como quiero morir―le conteste a mi otro yo o a mí mismo, ya no sabía si
contestaba a alguien o…, si era un síntoma de locura.
Desde
luego, dejar de respirar sería un suicidio por mi parte y siempre he pensado
que es de cobardes. Mi locura si sigo escuchándome seguro que será mi única
compañera en el fin de mis días.
Me
vino de nuevo a la cabeza, el tiempo que podía estar sin comer y que podría
morir de hambre. Note que se me empezaba a poner mal cuerpo, desde luego no
quería que se me pasase por la cabeza el hecho de que me podría venir una
vomitera, eso no por favor, bastante tengo con tener a mi alrededor mi orín.
Serian
ya altas horas de la noche y la situación seguía igual, yo con la cabeza no se
en que sitio, Verónica sin dar señales de vida, menos mal que la luz del baño
estaba encendida como la de la habitación y podía haber alguien que viese la
luz en la lejanía aunque con tanta vegetación lo dudaba. Note que el sueño y el
cansancio se empezaban apoderar de mí, los brazos se me empezaban a hinchar de
tenerlos tantas horas hacia arriba, mis ánimos por momentos se desvanecían,
empecé a pedir perdón en voz baja a las posibles personas a las cuales hubiera
hecho daño aunque solo me serviría de consuelo hacia mí mismo. Mis parpados
empezaron a caer, sin que yo pudiera hacer nada por tenerlos levantados. Tenía
miedo por si al despertar la situación no hubiera cambiado nada.
No
sé el tiempo que transcurrió desde que el agotamiento hizo que me durmiera.
¡Pero
no por dios! mis ojos al abrirse notaron una luz muy luminosa. Por miedo los
volví a cerrar, lo primero que pensé era de que estaba a punto de entrar en el
túnel de la muerte y que su luz venia a por mí, no podía estar muerto
― ¡No
quiero morir! ¡No es mi hora!― grite desesperadamente.
Creo
que desfallecí de nuevo, el tiempo para mí dejo de existir desde la primera vez
que se me cerraron los ojos, mi subconsciente ya no me hablaba.
De
pronto note como mi mano se sentía apretada por otra ¿Seria la muerte que
me llevaba de la mano?
―Raul,
Raul― era la voz de Verónica.
Era
su voz ¿pero como…? Estaba muerta tumbada en el suelo de la habitación, ¿me
estaba llamando desde el mas allá? Entonces yo también estaba muerto.
―Raul,
Raul ¿me escuchas? Despierta por favor te necesito a mi lado― era su voz. Poco
a poco y con muchísima desconfianza fui abriendo los ojos pues no sabía lo que
me podría encontrar al abrirlos, gire la cabeza sintiendo un fuerte dolor y
escuchando crujidos en mi cuello.
Era
ella, sentada en un sillón con un collarín en el cuello, yo seguía tumbado en
la misma postura en la que me quede dormido en la habitación. Pero un momento,
mis manos estaban sobre la cama y la habitación no era la de la cabaña, era la
de un hospital.
―Raul,
lo primero que quiero es pedirte perdón y saber cómo te encuentras, tuvimos un accidente
en la autovía camino a la cabaña, me despiste al mirarte como dormías y dimos
varias vueltas de campana saliéndonos de la carretera. Has estado en estado de
coma durante una semana, al principio los médicos temieron por tu vida, pero
gracias a que has despertado.
Esas
fueron las primeras explicaciones que me dio Verónica.
―
¿Pero entonces no llegamos a la cabaña? ¿Y tú, te encuentras bien? ― le
pregunte.
―Sí,
perfectamente alguna vertebra machacada pero me pondré bien…, no te preocupes.
Tú tienes varias fracturas, pero de aquí a unos días si todo va bien, que lo
ira, saldrás del hospital.
Después
de todo lo ocurrido, la verdad es que el que salgas de dos muertes casi seguras,
es para angustiarse en la agonía.
Rafael
Huertas