lunes, 24 de agosto de 2015

EL PSIQUIATRICO

                   
 EL PSIQUIÁTRICO


En uno de mis sueños me encontré en una ciudad  y un lugar que no conocía no sabía lo que hacía allí, sé que estaba en una estación de ferrocarril, aparecí  apoyado de espaldas en la pared de un andén de estación, cuando de pronto… Salió una mano de la pared y me cogió con suavidad la mía y sin saber cómo ni de donde había salido, apareció una mujer, me comento que no la soltara la mano. Me llevo fuera de la estación a una pequeña plaza enfrente a la estación, había un gran árbol centenario en el centro y a su alrededor unos bancos, nos sentamos en el que estaba justo enfrente a la entrada de la estación de ferrocarril.
Oiga ¿Qué es lo que está pasando, quien es usted y de dónde ha salido? fueron las primeras preguntas que se me ocurrieron hacerla después de lo ocurrido.
No te asustes seré una compañera de viaje tuya en algunos de tus sueños, mi nombre no me lo preguntes pues serás tú el que me lo pongas, solo puedo decirte que tengo la virtud o la magia como lo quieras llamar de poder hacerte atravesar paredes en algunos de tus sueños en cualquier época y lugar. Solo una advertencia, cuando quieras cruzar una pared, piensa antes que te podrás encontrar con situaciones que no podrás cambiar.
Me dejo pensando en sus comentarios. Pero no podía pasar de tener esa experiencia, entrometerse en lugares sin tener que pasar por puertas cerradas con llave. Me era difícil elegir donde quería entrar sin llamar o entrar en algún lugar prohibido. ¿Quién no ha tenido alguna vez esa clase de curiosidad?
Lo primero que hice, fue poner nombre a mi compañera de viajes de este sueño.
Te llamare… Ana. Y al primer lugar que quiero ir es un viejo hospital psiquiátrico, de siempre me llamo la atención, ha estado cerrado desde la primera vez que lo vi, corrían viejas historias que ocurrieron dentro del.
Entramos de nuevo a la estación, nos subimos al primer tren que tenia salida de la estación y en la primera parada que hizo, allí nos encontramos, frente a la puerta del hospital, yo seguía sin entender nada. Las puertas de la entrada principal, estaban cerradas con unas grandes cadenas, como la última vez que lo vi. Me dirigí a Ana… Y la dije que quería entrar, pero en la época en el que se encontraba abierto, quería saber que era de cierto todo lo que contaban y de lo que ocurría dentro en la época en la que estuvo abierto.  El aspecto por fuera era de un gran edificio abandonado de cuatro plantas, una vez frente al edificio nos dirigimos a la derecha de la puerta, Ana me cogió la mano, ella la atravesó primero y detrás de ella pase yo. No tenía palabras para expresar lo que sentí, aunque la verdad es que no sentí nada, fue como pasar de la luz a la oscuridad y volver a la luz.
Nos encontrábamos en un cuarto detrás de la recepción del hospital, pasamos a recepción, la estancia estaba vacía, salimos sin yo soltar la mano de Ana, atravesando la puerta cerrada y empezamos a caminar por el pasillo central, no se veía a nadie del personal sanitario, escuchamos alboroto en unas de las salas situadas a la izquierda del pasillo, le comente a Ana de pasar a ver qué era lo que estaba ocurriendo.
Se me olvido decirte, que nadie nos vera presentes en donde estemos, para la gente seremos invisibles me comento Ana.
Cogiendo mi mano de nuevo cruzamos a la sala donde se escuchaba el alboroto. Había tres celadores intentando ponerle una camisa de fuerza y una inyección a uno de los enfermos. Supuse que seria para sedarle, se le veía muy alterado y gritando. ¡No a cirugía, no! ¡A cirugía, no! Parecía como si le fueran a llevarle a los infiernos. Los demás enfermos estaban todos en un rincón, era un gran salón con mesas y sillas alrededor de ellas, otras alrededor de las paredes y unos grandes ventanales todos con rejas.
Me impresiono ver el terror que llevaba en el semblante aquel enfermo, era un joven de treinta y tantos años, corpulento e imagino que antes de entrar allí era un joven de buen ver, su estado físico se le veía algo deteriorado, me fije que su ojo derecho lo tenía algo amoratado, podía ser de algún golpe, tanta intriga me entro que quise conocer donde le llevaban.
Por el pasillo uno de los celadores, le dijo… No tienes por qué temer nada Víctor. Sabes que lo que se te hace es por tu bien y para que salgas curado de aquí.
La pregunte a mi amiga Ana
¿Qué clase de locura podrá tener ese joven para estar encerrado en el hospital psiquiátrico?
 –No te puedo contestar, pero quizás en el despacho del médico jefe, este su informe.
Seguro que tendría razón Ana, pero me inquietaba mas que era lo que le iban hacer en el quirófano. Seguimos a los tres celadores y al enfermo, parecía ser que el quirófano estaba en otra planta, se pararon ante la puerta del ascensor y esperamos a ver en que planta se paraba el ascensor para subir nosotros por las escaleras. Se paro en la cuarta planta, la ultima del edificio, me pareció raro que no viésemos ninguna sala de espera para familiares.
Volvimos a escuchar los gritos del joven venían del final del pasillo, nos acercamos a la puerta, Ana me miro con cara seria y me pregunto ¿Quieres entrar, seguro que quieres? Me quede pensativo por un instante, no sabía lo que le iban hacer ni lo que nos podríamos llegar a ver ahí adentro.









El psiquiátrico II

Pensé que quizás a Ana no le gustase la idea de entrar, pero ella sabía que era mi billete de ida y vuelta en esos traslados a través de paredes y muros.
Coge mi mano me dijo.
Una vez dentro me di cuenta de que ella entro mirando con la mirada hacia otro lado, quizás ella supiese lo que ocurría dentro. Era una sala grande, había dos camillas las cuales estaban vacías y un sillón parecido a los que utilizan los odontólogos, con la diferencia que este tenía una correa para sujetar a los pacientes la cabeza, en el estaba sentado Víctor el joven al que sentaron a la fuerza, no parecía que estuviera anestesiado, sedado quizás, estaba con los ojos completamente abiertos, delante del sillón una maquina que yo nunca había visto, parecida a las de las ópticas cuando te prueban las lentes. Estaban allí uno de los celadores, una enfermera de una edad avanzada y el que supuestamente era el doctor que llevaría a cabo la operación o lo que le fueran hacer al joven. En otra zona de la sala había unas estanterías transparentes cerradas, de las cuales salían unas tuberías enganchadas a un recipiente grande, el cual por la tapa de cierre tenía unas pequeñas fugas como de vapor, era una especie de humo blanco que se disipaba a los pocos instantes  de salir. Mientras el personal sanitario hablaba y preparaba la máquina de delante del sillón, yo me acerque a ver qué era lo había en esa especie de neveras transparentes ya que los cristales estaban empañados, desde la pared por la que pasamos no se llegaba a ver lo que había en sus interiores, se veían como unas especies de vasijas. Una vez que pude tocarlas, pase mi mano por el cristal para quitar el empañado de ellas, pero un momento… mi mano no hacia efecto sobre el cristal no podía quitar lo empañado, mire a Ana y se acerco a las estanterías.
Paso ella su mano por la superficie del cristal y quedo sin rastro del empañado, pero que veíamos… eran cerebros dentro de vasijas y en otras más pequeñas ojos,  globos oculares. ¿Qué era lo que podían hacer allí? Seguro que serian de humanos.
Nos dimos la vuelta y vimos como el doctor, preparaba la maquina que el joven Víctor tenía enfrente, la arrimaron hacia él y ¡Dios!… le iban a pinchar con una gran aguja en el ojo derecho ¿Que podría ser lo que le iban hacer? Desde luego no era una operación para arreglarle la vista, me acerque y por las dimensiones de la aguja clavada toda ella en el ojo y con la inclinación que tenia hacia arriba le tenía que llegar hasta el cerebro, vi como le iban absorbiendo un liquido, una vez llena la jeringa se acercaron a las estanterías donde se encontraban los cerebros y a uno de ellos le inyectaron todo el liquido de la jeringa ¿A que se podían estar dedicando en el hospital? Seria algún tipo de experimento…, pensé. Pero el moratón que vi al joven en su ojos izquierdo cuando se lo llevaban de la sala, no era de ningún golpe, segurísimo que era de otros pinchazos en el ojo.
Salimos de allí de la misma manera que entramos, fuimos a buscar el despacho del doctor jefe del hospital para saber el tipo de enfermedad que tenia Victor, al final del pasillo encontramos su despacho, entramos cogidos de la mano como hacíamos siempre y empezamos a buscar  entre los archivadores y allí estaba el informe de Victor, ponía que sufría sin especificar un tipo de esquizofrenia, el nombre en la tapa de la carpeta estaba algo borroso pero se distinguía el nombre. De pronto oímos pasos y como introducían la llave en la cerradura de la puerta. Dejamos la carpeta con el informe de Victor en su sitio y nos apartamos. Eran la enfermera y el doctor, el se sentó en un sillón de cuero marrón detrás de su mesa, ella se sentó frente al doctor y empezaron a comentar sobre el estado de Víctor.
Doctor creo que a Victor ya no se le puede exprimir más o se nos quedara en un estado vegetativo irreversible, ya tenemos bastantes neuronas como para hacer el trasplante le comento la enfermera.
Está bien, esta noche haremos el trasplante respondió el doctor.
¿Qué tipo de trasplantes serian? ¿Utilizarían de conejillos de indias a algunos enfermos? Para curar a otros.



El psiquiátrico III

Bajamos a la tercera planta a ver que nos podríamos encontrar, a un lado del pasillo había salas, una de ellas estaba abierta, era un gimnasio, allí vimos como varios enfermos hacían ejercicio cada uno dentro de sus posibilidades, continuamos por el pasillo lo que parecían puertas de habitaciones estaban todas cerradas, todas tenían una ventanilla cerrada en la parte superior con barras y un cerrojo, a nuestro paso por delante de algunas que tenían las ventanillas abiertas me fije que algunos de los enfermos estaban asomados a las pequeñas ventanillas estos nos seguían con su vista perdida.
Ana, me dijiste que nadie nos podría ver y hay algunos que nos siguen con sus miradas la pregunte con asombro.
No lo entiendo de verdad es la primera vez que ocurre contesto Ana toda sorprendida.
Continuando por el pasillo en la zona izquierda donde estaban las salas escuchamos voces en una de ellas y decidimos entrar. Lo primero que vimos fue a varios enfermos arrastrándose por el suelo arrastrándose, unos con la falta de algunas de sus piernas, otros sin ellas sentados en sillas de ruedas, a otros sentados en sillas alrededor de mesas, a los que no les faltaba una mano les faltaba ambos brazos, todos ellos con sus semblantes llenos de dolor y de pena, fue una situación el ver a esas personas que me dejo muy abatido.
Ana por favor sácame de aquí le dije.
Nada más salir, enfrente de esa sala había unos baños, sin mediar palabra con Ana salí corriendo a vomitar. Me era difícil describir en el estado en que se encontraban los baños, no tenían espejos, era normal ya que a saber lo que podían hacer algunos enfermos con trozos de cristales rotos, el olor a corrompido era brutal, la limpieza brillaba por su ausencia aunque más bien desde su inauguración creo que no se había vuelto a utilizar ningún utensilio de limpieza en ellos. Fue de los peores momentos desde que entramos allí. No podía entender porque tenían a esas personas apartadas y sin nadie al cuidado de ellas, desatendidas en el estado en el que estaban.
Lo que me pareció raro es no ver en ninguna de las plantas que llevábamos visitadas a ninguna mujer, la única la enfermera. Nos dirigimos hacia las escaleras para bajar a la segunda planta, nada más entrar en las escaleras escuchamos conversar a dos celadores.
Esta noche estaremos todos de guardia, al parecer se hará la última intervención comento uno de ellos.
Yo después de la intervención ocurra lo que ocurra me iré de aquí, no quiero saber nada más de este maldito hospital, no quiero estar involucrado más en las demencias del doctor, estoy aguantado porque me prometió que mi hermano Victor saldría curado pero cogeré a Victor y saldremos de aquí sea cual sea el estado que se encuentre, no he visto mejoría ninguna, al contrario desde que le suben al quirófano esta peor, ni el doctor ni la enfermera jefe me dicen que es lo que le hacen allí, nunca me dejan estar presentecomento él, por su comentario era hermano de Víctor.
Ana y yo nos miramos con caras de desconcierto, uno de los celadores era hermano del joven Victor, que no estaría viendo el allí como para querer irse, eso sin saber lo que le hacían a su hermano
¿Qué clase de intervención tan importante tendría que hacer el doctor?
Esperamos a que se marchasen, aunque era absurdo pues podíamos pasar por delante de ellos sin que ellos nos vieran, bajamos las escaleras hacia la segunda planta.
El pasillo principal de las plantas era igual en todas ellas, en la parte izquierda salas grandes,  a la derecha habitaciones y baños y en esta había una sala grande también, estaba justo en la mitad del recorrido del pasillo.
Fue a la primera que nos dirigimos, pues nos imaginamos que las demás serian como las de las otras plantas, esta tenía las puertas abiertas. Era una especie de guardería por las cunas que había, en las paredes ni un dibujo, ni imágenes que decorasen la sala para niños, estaban todas las cunas vacías, eran de hierro todas corroídas por la humedad y la falta de mantenimiento de pintura, solo quedaban unos amarillentos colchones llenos de roeles de manchas con trozos de telas desgarrados, con respecto a los demás sitios visitados. Nos imaginamos que en esa planta era donde acomodarían a las mujeres, las salas estaban vacías, empezamos a mirar por las ventanillas de las habitaciones por llamarlas de alguna manera ya que más bien parecían celdas, las tres primeras del pasillo estaban vacías, al abrir la ventanilla de la cuarta habitación…,aaag un olor insoportable, vimos a una anciana tumbada en la cama, creo que sus necesidades fisiológicas de unos cuantos días le acompañaban, con el ruido al abrir la ventanilla alzo la vista, la pobre tenía la expresión de la muerte en su semblante, cerramos la ventanilla y Ana me comento.Recuerda que no podemos hacer nada por ella ni por nadie, continuemos me recordó de nuevo.
Las demás habitaciones estaban todas vacías, pero las habitaciones estaban como si no hiciera mucho tiempo que hubieran estado ocupadas. Tenían todas una sola cama de hierro, pegadas a la pared salían unas argollas supongo que para poder atar a los enfermos, una pequeña mesa anclada al suelo y un lavabo de chapa y al lado lo que se podía llamar taza de baño. Algunas tenían unas pequeñas ventanas con rejas de no muy grandes dimensiones que daban a un pequeño patio exterior y en todas las plantas un par de ellas con solo un acolchado en las paredes.
Al final del pasillo había una puerta y nos dirigimos hacia allí. Era como la antesala a otras habitaciones se encontraban todas cerradas con llave, el silencio lo rompían algunos sollozos y lamentos de dolor, no había duda de que en algunas de las habitaciones había personas, Ana tuvo que emplearse otra vez para que entrásemos en ellas, empezamos por la primera que estaba a nuestra derecha.
¡Dios! Tuvimos que echar la mirada atrás, nos encontramos con una mujer agonizante, tapada con una sabana medio ensangrentada de medio cuerpo para abajo tumbada en la cama, con la cabeza totalmente afeitada, sus ojos ensangrentados, con la boca cosida y unas grandes cicatrices donde deberían estar sus pechos. Salimos de allí con los cuerpos descompuestos. Nos dirigimos a la siguiente y comente a Ana, si había alguna posibilidad de que entrase yo solo, para que ella no viera tan crueles imágenes.
No puede ser, tengo que penetrar yo primero en las paredes ya te lo explicare en su momento esa fue su contestación con cara de sufrimiento.
En la siguiente más de lo mismo, se podía oler el dolor que desprendían sus cuerpos, esto era cosa de perturbados y no por el lugar sino por quien hubiera hecho esto. Una mujer también con la boca cosida, seguro para que nadie escuchase sus gritos y lamentos, esta tenía sus pechos, el ojo derecho amoratado como Víctor, pero un momento…, su parte genital también la tenia cosida… No pude mas…, mi interior me lo pedía… Grite con todas mis fuerzas
¡Para que todo esto, porque, porque!



 














El psiquiátrico  IV

Después de lo visto en las dos habitaciones le pregunte a Ana…
¿Quieres que salgamos del hospital Ana?
No, quiero saber qué es lo que está ocurriendo con algunos de los enfermos, subamos a la cuarta planta, allí será donde el doctor hará su última intervención esta fue su contestación.
Nos dirigimos de nuevo hacia las escaleras, pero al pasar por la sala donde se encontraban las cunas vacías, me pregunte qué habría pasado con los niños que las ocupaban. Supuestamente serian los hijos de las enfermas, o ¿saldrían de aquí con sus madres curadas? Me tendría que quedar sin la respuesta.
Una vez en la planta… el silencio era total, en las salas donde supuestamente hacían gimnasia algunos enfermos estaba vacía. Donde se encontraban los discapacitados de miembros tampoco estaban, la noción del tiempo para Ana y para mi parecía no existir, supuestamente seria la hora de que se retirasen o los retirasen a dormir, nos acercamos a lo creíamos seria el quirófano, nadie por los pasillos, sin un ruido…
¿Preparado para entrar? me pregunto Ana.
Si conteste, me cogió la mano con mas fuerzas que otras veces, no sabíamos lo que íbamos a ver o descubrir.
Como siempre ella cruzo primero, el transcurso del tiempo en cruzar de nuevo,  fue como si hubiera dejado de existir el tiempo, fue una sensación inexplicable.
En la sala no había nadie estaba totalmente vacía, no estaban las estanterías con las vasijas de cristal, ni las dos camillas, ni el sillón donde punzaron a Víctor ¿Qué podría estar ocurriendo?...
Esta vez salimos por la puerta, las únicas que moraban a sus anchas eran algunas ratas que se nos cruzaban huyendo de nosotros, estaba todo en un estado de abandono total, totalmente diferente a cuando cruzamos el primer muro del edificio, lo que eran las puertas del ascensor estaban tapiadas, bajamos por las escaleras echando un vistazo a las plantas y todas estaban en el mismo estado, era como un edificio fantasma, ya en la sala de la entrada principal, mire a Ana con cara de expectación.
¿Que está ocurriendo Ana? le pregunte.
 Sin contestarme, me cogió de la mano y por donde entramos salimos.
Nos giramos de frente al edificio, no había cambiado nada desde nuestra llegada.
¿Y ahora, que Ana? le pregunte.
Me pediste entrar en el hospital psiquiátrico y has estado dentro, yo solo soy tu compañera de viaje en este tu sueñome contesto.
Pero me gustaría saber ¿Qué es lo que ocurrió con Víctor, quien hizo esas atrocidades con las mujeres y seguro que con algunos de los enfermos mutilados? No nos podemos quedar de brazos cruzados, vi en tu semblante cuando entramos en las habitaciones de esas mujeres, como sufriste al verlas la dije.
 Sabias que no ibas a poder cambiar nada de lo que ocurrió dentro me insistió.
 Sabía que no iba a poder cambiar nada, pero tampoco podía quedarme con la incertidumbre de saber que ocurrió.
Cogiéndome las dos manos, me miro a los ojos y me dijo…
Hasta aquí ha llegado mi viaje en tu sueño contigo, quizás en el próximo consigas por ti mismo encontrar esas respuestas, te dejare en la pared de la estación de la que te cogí para hacer este viaje, quizás llegues a tiempo para coger el próximo tren y quien sabe donde te llevara su destino estas fueron sus últimas palabras antes de desaparecer.
Así fue, me encontré apoyado en la pared de la estación, estaba frente a un andén por el cual empezó a echar andar un tren y sin pensármelo me apresure a subir en el en marcha…
El psiquiátrico V

Me encontré subido en un tren sin saber el destino, entre en el primer compartimento que vi vacío y me senté al lado de la ventanilla era consciente de que estaba atrapado en un sueño muy profundo y que seria difícil despertar de él, después de lo visto en el psiquiátrico no se me iba de la cabeza lo que pudo ocurrir en el, tampoco dejaba de pensar en Ana a quien estaría acompañando y por donde.
Vi a través del reflejo del cristal de la ventanilla del tren como se abrió la puerta corredera del compartimento y entrar una persona.
¿Le importa si comparto con usted el compartimento?
Por supuesto que no le conteste.
Mi nombre es Víctor, que le parece si nos tuteamos ¿A qué lugar vas tú? me pregunto.
¿Víctor? Qué casualidad.
¿Casualidad, porque? me pregunto.
No, por nada, me bajare en la primera estación que pare el tren, no tengo destino fijo le conteste.
Era un chico joven, vestía unos pantalones negros y una cazadora de color gris oscuro  con capucha grande que prácticamente le tapaba todo el rostro y unas gafas de sol oscuras. El tren empezó aminorar la marcha hasta que paro, me levante para dirigirme al pasillo y bajar.
Adiós Víctor, encantado de conocerte y que tengas buen viaje le dije despidiéndome de él.
Mi viaje será demasiado largo, lo mismo te digo ha sido un placer.
A diferencia de con Ana, nada más bajar del tren me encontré en una vieja estación totalmente vacía de gente, yo fui el único pasajero que se bajo en ella, el tren echo andar, me di la vuelta para ver como se alejaba el tren y en una de las ventanillas vi como Víctor se despedía de mi con la capucha echada hacia atrás y sin las gafas de sol ¡Era él, era el joven del psiquiátrico! La cabeza totalmente rapada, el ojo derecho vi como lo tenia de un color grisáceo y todo su alrededor de un color pálido. Todo era tan extraño... ¿No sabía dónde me encontraba? ¿Por qué me habría encontrado con Víctor? Fueron preguntas que no supe contestarme.
Empecé a echar de menos a Ana, por lo menos a ella le podía decir que me llevara de nuevo al hospital, yo creía que bajándome en la primera parada del tren volvería a él. Me senté en uno de los bancos de madera que había en el andén, me encontraba cansado y mi despertar del sueño parecía que no venia, cerré los ojos para ver si me quedaba dormido y al despertar volvía a la vida real.
De pronto… note como alguien se sentó a mi lado y me puso la mano sobre el hombro, diciéndome…
Despierta, que no se puede dormir en un sueño estando en el.
― ¡Ana! eres tú, que alegría volver a verte dije lleno de agrado.
Ya ves, hasta que no despiertes tengo que seguir contigo y continuar a tu lado en el mismo viaje que empezamos, dame la mano y no me digas a donde quieres ir, que ya lo sé.
Nos levantamos, nos dirigimos hacia la pared de la estación y…
 Allí estábamos frente al hospital psiquiátrico, estábamos dispuestos a llegar hasta el final y saber que fue lo que ocurrió entre sus paredes. Esta vez estaba todo totalmente normal, las puertas y ventanas sin tapiar, estaba atardeciendo y se veían luces encendidas en su interior, nada más entrar detrás del mostrador de recepción, nos pregunto una enfermera… la cual creo que era la que se encontraba en la sala del quirófano donde tenían a Víctor.
¿Qué desean?
Ana y yo nos miramos, y continuamos como si no la hubiéramos escuchado.
¡Por favor! ¿Qué desean? les puedo atender en algo dirigiéndose a nosotros volvió a preguntar.
¡Sí! somos familiares de Víctor, veníamos a visitarle y ver como se encuentrafue lo primero que se me ocurrió.
Ya no es hora de vistas, los pacientes tienen que descansar, vuelvan mañana.
Así lo haremos, gracias.
Nos fuimos por donde habíamos entrado, nos dirigimos al lateral de la puerta principal para entrar como la primera vez.
Mejor así, no tendremos que dar explicaciones a nadie, esperemos que no cambie el estado del edificio entrando de esta manera le dije a Ana.
Cruzamos el muro y nos encontramos donde la primera vez, una pequeña habitación detrás de recepción al salir allí estaba la enfermera, pasamos por delante de ella como si fuéramos invisibles, en las salas ya no estaban los enfermos, fuimos echando un vistazo en algunas habitaciones y allí estaban, unos tumbados en sus camas en posición fetal, otros de pies hablando contra la pared o a saber con quién, se escuchaban golpeteos  de las sillas de los que no paraban de balancearse sobre ellas, las expresiones de sus caras mejor no describirlas, llegamos a las dos últimas que eran las que estaban acolchadas, cruzamos la primera y nos encontramos con una persona de mediana edad, en una esquina y hablando entre balbuceos, con los ojos en blanco y con la cabeza como reposando en el hombro. En la siguiente nada más entrar el olor nos echo para atrás, estaba vacía, el suelo lleno de líquidos secos de colores poco agradables para la vista. De momento era casi todo normal para el sitio que era.
Nos dirigimos a la segunda planta.
Allí fue donde encontramos a las mujeres con las atrocidades hechas en sus cuerpos, esperamos no encontrarnos de nuevo con aquello. Empezamos cruzando las habitaciones por las más cercanas a la escalera, los mismos semblantes de locura en sus caras, unas durmiendo en el suelo, otras a oscuras andando, rozándose con las cuatro paredes como si quisieran llegar al final de algún camino. Salimos de nuevo al pasillo, estábamos en frente a la sala donde estaban las cunas y decidimos entrar… Había como unas diez cunas, estaban ocupadas todas por bebes durmiendo, pero un momento al final de la sala había unas cortinas echadas, nos acercamos descorrimos las cortinas y… ¡Por dios, no podía ser lo que veían nuestros ojos!...




















El psiquiátrico  VI


Había tres bebes, uno de ellos con una deformación, estaba completamente desnudo y una de sus piernas la tenia completamente girada a su cuerpo, el otro era una niña con la cara totalmente desencajada, lo más impactante era ver a un bebe atado, lo tenían así imagine…, que era para que no se dañase pues de su boca por llamarlo de alguna manera salían unos grandes dientes amarillentos y con parte de su gran lengua saliendo por uno de los laterales de su boca toda ensangrentada, el otro no era tan bebe, un niño con cara de anciano que se me quedo fijamente mirando, supuestamente no nos podían ver pero esa mirada parecía querer decir que le ayudásemos, no podía llegar a imaginarme el sufrimiento de esas tres criaturas, llegar a nacer ante un abandono total en una sala sin nadie que los atendiese como si fueran unos despojos humanos.
Vi como a Ana como se le inundaron los ojos de lágrimas no era para menos, las cunas inundadas por sus heces y orines ¿Cómo podía permitir el personal del hospital eso?
Ana cerró por un instante sus ojos inundados por las lágrimas, cuando de pronto las tres criaturas y sus cunas desaparecieron a la vez que ella abría los ojos.
¿Ana que ha ocurrido? le pregunte.
Aunque este sea tu sueño esto nunca debió ocurrir dejémoslo así me contesto entre sollozos.
La verdad que yo tampoco hubiera querido, salimos de la sala sin yo preguntarla más sobre lo ocurrido.
Las salas grandes estaban todas vacías como en la otra planta, nos dirigimos al final del pasillo cuando vimos como de la sala del final del pasillo sacaban dos camillas dos celadores que llevaban puestas unas mascarillas, aparentemente eran unos cuerpos tapados con unas sabanas, aggg el olor era insoportable, iban dejando  un olor a carne descompuesta, de unas de las camillas se descolgó un brazo todo amoratado y la mano entre abierta como  agarrotada, de ella empezó a correr un chorro de sangre dejando un reguero de sangre de color marrón, casi seguro que eran las dos mujeres que vimos con sus cuerpos destrozados.
¿Pero donde las llevarían?...
 Se metieron en el ascensor y antes de cerrarse las puertas vimos como pulsaban la tecla de la cuarta planta. Subimos las escaleras corriendo, no queríamos dejar de ver donde se dirigían, se metieron en una de las salas de la izquierda, cogieron entre los dos un cuerpo y luego el otro, los ataron con las sabanas como si fueran dos bolsas, metieron uno y a continuación encima el otro en una especie de montacargas no muy grande, imaginamos que sería el del comedor del hospital ya que había carros con bandejas de comidas en una de las paredes y donde metieron los dos cuerpos seria el montacargas por donde se subía la comida de las cocinas que estarían en la planta baja.
Se acercaba la noche de la última operación según dijo el hermano de Víctor y hablando de Víctor… No le vi en ninguna de las habitaciones y  los celadores con los que nos hemos cruzado ninguno de ellos era su hermano. Nos dirigimos al final del pasillo a la sala del quirófano donde supuestamente se haría la última intervención. Esperamos mirando por uno de los ventanales que daban al lateral izquierdo del edificio, abrimos la ventana para que nos diera un poco el frescor de la tarde noche, y uff nos llego un olor a quemado horroroso, como tenían rejas las ventanas no nos pudimos asomar a ver de dónde venía el humo pero no venía de muy lejos, subía pegado a la fachada nos imaginamos que saldría de la cocina que estaba en la parte trasera del edificio, desde luego no era a comida o si lo era, era algo a la brasa.
Un momento los cadáveres…, los celadores los bajaron a través del montacargas del comedor, no podía ser… ¿Cómo los iban a incinerar en la cocina?
Vimos como pasaron el doctor, la vieja enfermera y los dos celadores, los mismos que estaban cuando vimos lo que le hacían a Víctor.
Una vez que entraron en la sala de quirófano, nosotros hicimos lo mismo a nuestra manera, una vez dentro vimos encima en las dos camillas supuestamente dos cuerpos tapados con sabanas, debajo de ellas salían unos cables y varios tubos enganchados por atrás a las estanterías donde estaban las vasijas con los cerebros, parecía que tuvieran todo preparado para la intervención, se acercaron a las camillas levantando las sabanas… ¡Dios que son esas!...
 No podía ser lo que veían nuestros ojos, eran dos cuerpos atados con correas a las camillas hechos de trozos, el de una mujer y el de un hombre con cosidos por todo el cuerpo, con un color grisáceo, sus uñas largas y amoratadas, sus ojos totalmente hinchados y cerrados, ninguno de los dos con cabellos en sus cabezas, tenían enganchados tanto a sus torsos como a sus cabezas cables y tubos.
 Vi como Ana se separaba de mi, atravesó la pared, imagine que salía a vomitar después de lo visto, cuando entro le pregunte…
¿Te encuentras bien?
Sí, no me he podido aguantar y he salido a… me contesto con la cara blanca y desencajada.
No me lo digas ,a vomitar, ya me parecía a mí que aguantabas demasiado le comente.
¿Qué sería lo que pretendían hacer?...  Uno de los celadores le acerco al doctor una mesa con varios aparatos pero nada de utensilios quirúrgicos, estaba claro que no iban hacer ninguna operación quirúrgica, si era lo que Ana y yo nos imaginábamos seria inhumano y nosotros sin poder evitarlo.
De pronto el doctor empezó a poner en marcha los aparatos y a manipularlos, cuando entonces aquellos dos cuerpos empezaron a tener convulsiones de  leves a más fuertes, llegando incluso a entre abrir sus ojos, llego un momento que daban hasta miedo aquellos dos monstruos, por lo menos para nosotros lo eran, de momento se les pararon las convulsiones.
 El doctor mirando con una leve sonrisa a su enfermera y a los celadores les dijo…
Creo que están preparados para darles la vida  les comento.
Pero como pretendía dar vida a esos dos… yo no sabía ni cómo llamarlos.
El doctor volvió a manejar de nuevo los aparatos y de nuevo les empezaron a los dos cuerpos a dar convulsiones esta vez no hubo leves les dieron dos muy fuertes y no sé cómo, pero las correas que sujetaban sus torsos las rompieron al incorporarse y lo mismo hicieron con las que les sujetaban los pies, se pusieron en pie y como dos ciegos con los ojos cerrados empezaron andar, no tardaron en abrir los ojos y a soltar la palabra ¡VIDA! ¡VIDA! Mientras babeaban entre líquidos mal olientes, espuma y sangre por sus bocas dirigiéndose hacia ellos, se abalanzaron sobre uno de los celadores, al llevar los cables enganchados el celador cayó fulminado al suelo por alguna descarga eléctrica. El doctor, la enfermera y el otro celador salieron de allí como alma que lleva el diablo, nosotros creíamos que no percibirían nuestra presencia, se dieron la vuelta para salir del quirófano, pero al llegar a nuestra altura pararon y se abalanzaron sobre nosotros…












El final

Fue un domingo de esos soleado, de los que después de una horrorosa pesadilla te levantas con ganas de hacer todo lo que has estado planeando durante la semana ajetreada que has tenido de mucho trabajo y olvidarte de lo que ha pasado durante la noche, me calenté el café y me senté a desayunar con unas ricas tostadas de pan con aceite, encendí la televisión que tenía en la cocina para ver las primeras noticias del día y en qué momento la encendí que viendo y escuchando la primera noticia que daban se me cayó el café ardiendo encima.
<Se han detenido a un doctor, una enfermera y un celador de un hospital psiquiátrico que se cerró hace ya unos cuantos años, en su día un celador que trabajaba en el, denuncio en su día la desaparición de su hermano Víctor internado en él, la policía nunca cerro el caso una vez que desaparecieron de allí el doctor y sus dos cómplices, empezaron con las investigaciones, en el hospital se encontraron cuerpos mutilados y calcinados en un gran horno de la cocina, en el quirófano el cuerpo de un celador totalmente irreconocible, en la sala de la entrada dos cuerpos al parecer rehechos de otros cuerpos y en unos de los laterales del edificio enterrados al parecer vivos cuerpos de bebes. Las primeras declaraciones del doctor, han sido…
Quería dar nuevas vidas, utilizando vidas inservibles para la humanidad.
Deseándoles un feliz domingo, se despide de ustedes después de darles las noticias de la mañana, la noticia acabo con la imagen de la reportera Ana...>
No puede ser, si es ¡ANA! Mi compañera de viaje en el sueño.


FIN

martes, 23 de diciembre de 2014

Mi amigo que vivía con libros



Le veía siempre sentado en la puerta del centro comercial, cada vez que le veía me quedaba con las ganas de sentarme a su lado y entablar una conversación con él, si no lo hice antes fue por las dichosas prisas, y cuando no las tenía, pensé que quizás le podía molestar de alguna manera.
Su edad era de unos treinta y tantos años, aunque por su apariencia parecía mayor, su vestimenta era de alguien que pasaba muchas horas en la calle sin llegar aparentar ser un mendigo, de hecho no lo era, ya que no tenía nada en el suelo donde poder echarle unas monedas y cada vez que pasaba por delante del nunca vi una moneda perdida a su alrededor, me llamo la intención que casi siempre estaba sentado sobre una vieja mochila de color verde caqui y cuando no, estaba sentado en el suelo con las piernas entre cruzadas, siempre con un cigarrillo entre sus dedos, cuando no lo tenía entre ellos se lo pasaba a la boca y lo sujetaba entre los labios mientras pasaba pagina al libro que estaba leyendo, el bulto que hacia el interior de su mochila era rígido ya que le servía de asiento.
La primera vez que pase por la puerta del centro comercial, la verdad es que no me fije en el, tampoco voy a echar las culpas a las dichosas prisas que nos hacen intentar no tropezar con alguien sin mirarnos a la cara, sin ver si las personas van con una sonrisa en sus rostros o llevan cara de preocupación, ¿para qué lo vamos hacer? Son transeúntes que no conocemos, simplemente.
Pero en mi transitar durante muchos días por la puerta donde estaba aquel hombre, el no era un transeúnte con el que te cruzas y no te fijas en su fisonomía ni tan siquiera como va vestido, era una persona a la que veía muchos días de la semana, era  quizás porque le veía casi todos los días, como al camarero del bar donde sueles tomar café que ya sabe si te gusta caliente o templado el café, o al del estanco que es casi como de la familia y aunque entres tosiendo al establecimiento nunca te va a decir que dejes de fumar, el, era como un eslabón más de mi día a día.
Alguna vez de las que pasaba delante de él, note como miraba a las personas que entraban o salían del centro comercial o a las que pasaban por la gran acera de la calle, nunca una mala mirada, aunque las personas que pasaban por allí por primera vez le vieran como alguien que pide para comer o subsistir, las suyas eran miradas perdidas. Pero eso ocurría pocas veces, casi siempre con su mirada puesta en su libro.
Era casi medio día, un día de verano caluroso, de esos que se busca la sombra como si fuera un tesoro perdido, me acerque a él y con el pretexto de comentar sobre el tiempo le dije…— ¡Buenos días! ¡Vaya día de calor! —apoyándome de pies sobre la pared donde estaba sentado y tenia apoyada su espalda.
Levantando la cabeza con lentitud, por si se le fueran a escapar las palabras del libro — me contesto —Si que lo hace.
Después de unos segundos —Perdone, le puedo preguntar ¿Qué está leyendo?
—DONDE LOS ARBOLES CANTAN, se titula el libro.
— ¡Hombre! ha sido una de mis últimas lecturas, espero que le guste, —le comente —Perdone, a lo mejor le estoy molestando.
—No, para nada, no perderé el hilo de la lectura —me contesto, a la vez que cerraba el libro me di cuenta que al cerrarlo no le puso ningún tipo de separador de páginas y le advertí —No le ha puesto ningún separador de páginas.
—No es necesario, siempre recuerdo el número de la página donde dejo de leer — con la rabia que da cuando por un descuido cierras un libro y luego tienes que buscar la página por donde llevabas la lectura, eso es tener buena memoria, pensé para mí.
—Por lo que he visto cada vez que he pasado por aquí siempre le veo con la mirada puesta sobre las páginas un libro.
—Es una afición que tengo desde hace muchos años.
—Bueno le dejo que siga con su lectura, no le quiero entretener ni molestar más.
—No es ninguna molestia y no me entretiene al contrario ¿le puedo ofrecer un cigarro si fuma?, nunca se para nadie hablar conmigo y menos para hablar sobre libros.
—Sí que fumo, gracias —al hacer el ademan de sentarme junto a él, comento —si prefiere se puede sentar sobre la mochila, no es que sea mucho mas cómodo que el suelo pero, los libros a veces no solo sirven para leer, siempre la llevo llena de libros.
Saco un paquete de cigarrillos de tabaco negro, yo fumo rubio pero no me importo aceptárselo, cuando uno es fumador hay ocasiones, que el simple hecho de echar humo y mantener un cigarrillo entre los dedos siempre sabe bien y mas charlando con alguien que me apetecía hacerlo hacia tiempo, me senté junto a él en el suelo sobre la pared justo al lado de la puerta del centro comercial, de la poca conversación que llevaba con él, me dio la sensación de ser un hombre solitario y culto, sabia encajar las palabras y frases exactas en la conversación. Estuvimos charlando sobre algunos libros mientras quemábamos el tabaco de los cigarros, la verdad que yo iba a años luz de sus lecturas, pero era un placer escucharle hablar sobre su afición.
Sin darnos cuenta la hora de comer había llegado, tengo que decir que se me hizo muy corto el rato que estuve con él, —espero poder invitarle yo el próximo día al cigarrillo —le comente.
—Cuando usted quiera, aquí me tendrá viajando gracias a mis libros.
Al día siguiente me desperté pensando en el lector, me refiero a él así porque ninguno de los dos nos dio por presentamos, suele ocurrir, cuando conoces a alguien de tu agrado y lo que menos te importa es como se llama, y la verdad es, que pienso que quitando para que nos nombren no hace falta saber el nombre de una persona cuando te encuentras gozando con ella, te puedes olvidar de su nombre, el día que le conociste, incluso el lugar donde fue, pero a la persona nunca se olvida. Quizás sea otra diferencia que tenemos con los animales que llamamos irracionales, imagino que somos los racionales los únicos que usamos nombres.
Ese día intente olvidarme de la prisas, y con todo y eso, al rato de cruzarme con la gente ya no recordaba nada de algunas de ellas, me di cuenta que no solo eran las prisas lo que nos hacia ir por la vida sin saber grabar en nuestra mente lo que ocurría a nuestro alrededor, simplemente son personas, como uno es para los demás.
Era más temprano que el día que entable conversación con él, allí estaba él, sus piernas cruzadas, con su espalda apoyada en la pared al lado de la puerta del centro comercial y su mochila cargada de libros a su lado. Al acercarme a él me di cuenta que el libro era otro del que estaba leyendo el día anterior.
— ¡Buenos días! Como veo a cambiado de amigo, imagino que lo ha acabado de leer ¡Que le ha parecido? —le pregunte.
—Muy bueno, como todos.
— ¿Y qué amigo es el que tiene ahora entre las manos?
—Es uno del gran Poe.
—Veo que le gusta todo tipo de escritura.
— ¡Sí!, la verdad, es que no tengo inclinación por ningún género literario, me gustan y disfruto con todos.
No soy una persona que se tome mucha confianza hasta que paso un tiempo con alguien, o me la dan, pero la confianza creo que no la repartimos a partes iguales los dos.
—Me gustaría hoy ofrecerle un cigarro de los míos, y no piense que lo hago por quedar bien con usted, pero tengo que decirle que los míos son de tabaco rubio —A la vez que yo sacaba la cajetilla de tabaco del bolsillo de mi camisa, el sacaba de uno de los bolsillos de su mochila un mechero de mecha, hacía tiempo que no veía uno y con toda confianza le pedí que me dejara darle chasca al mechero, cuantos recuerdos me vinieron a mi cabeza, solía siempre pedir a mi padre cuando el fumaba y lo utilizaba que me dejara, darle chasca.
—Jaja, ¿por qué cree que pueda yo pensar que tenía que quedar bien conmigo?
— No sé, no le conozco de nada, le fastidio su momento de lectura, me invita a sentarme con usted y  me da un poco de su tiempo a cambio de su ocio, aunque más bien lo llamaría robo de tiempo hacia sus amigos los libros. Si quiere que le diga la verdad, tenía ganas de conocerle como persona y charlar con usted, desde los primeros días que le vi, me llamo la atención el verle todos los días con un libro entre las manos, me parecía una persona interesante de conocer.
—No tiene por qué molestarse ni sentirse mal, se que para la mayoría de los transeúntes que pasan por aquí, me ven como un bicho raro, más que bicho la mayoría se piensan que soy un borrachín, un yonki, un mendigo… o vaya usted a saber, la verdad es que nadie tenemos el derecho gratuito de juzgar a nadie sin antes habernos juzgado a nosotros mismos, es la sociedad que hemos y seguimos alimentando, a mi no me molesta lo que piensen las personas que cada día pasan delante de mí, algunas me echan monedas, otras me miran con cara de pena, si se ha fijado, pocas veces levanto la mirada del libro en el cual estoy inmerso en la lectura de él, cuando lo hago es porque las monedas suenan en el suelo y le puedo asegurar que todas las he devuelto, no me sienta mal el hecho de que piensen lo que quieran de mi persona, no necesito de nada para vivir como cualquiera de ellas, se lo aseguro.
—Pero entenderá que a la gente le resulte raro verle todos los días aquí y siempre con un libro entre las manos, hay lugares para la lectura creo yo mejores para ello.
—Sí, claro que los hay se lo aseguro.
—A mí me gusta leer, no soy muy asiduo a ello, pero en cuanto tengo tiempo me engancho alguno, déjeme preguntarle algo ¿Qué encuentra en ellos?
—No se trata de encontrar nada en ellos al leerlos, se trata de lo que te cuentan, de las vivencias que te hacen vivir y sentir, viajas a lugares donde nunca podrás ir, con ellos llegas a enamórate, te hacen sonreír, llegas a sentir en tu piel el frio, incluso puedes llegar hasta percibir los olores de las flores descritas en ellos, ellos hacen que llegues a sentir el miedo dentro de tu cuerpo, tienen el poder de trasladarte a otras épocas sin tener necesidad de utilizar ninguna máquina del tiempo, todo eso y mucho mas son los libros.
—Me parece buena su reflexión, pero creo que se olvida de…—antes de dejar que acabase la frase, continuo diciendo…
—No, no me olvido de ellos, claro que no me olvido, ellos son los que trasladan a los libros las letras, al igual que un director de orquesta dirige a sus músicos para que las notas musicales sean armoniosas, los escritores lo hacen con sus escrituras, ellos son los que dejando abiertas las puertas de sus sueños, nos dejan que les acompañemos en sus viajes, saben cómo hacer meternos en los pensamientos y sentimientos de los protagonistas de sus relatos, nos hacen trasladarnos a sus mundos imaginarios, ya de sean mundos de fantasía y magia, como en los mundos mas terroríficos y mentes de criminales, nos hacen vivir en ocasiones vivencias pasadas de las cuales en algún momento de nuestras vidas nos vemos identificados con ellas. Cuando me refiero a escritores me refiero también a las escritoras, no solo me refiero a los que ya tienen su reconocimiento en el mundo literario, también a esos escritores noveles, a los que están formándose en el difícil mundo literario. Es un mundo el de la lectura, del que lo visita queda atrapado en el —acabo diciendo.
—No dudaba que se fuera usted a olvidar de ellos.
Mientras me lo comentaba, no dejaba de acariciar con sus manos las tapas del libro que tenia entre las manos, era como una parte de él, no podía imaginar volverle a ver sin un libro entre sus manos, eran parte de su vida sin ninguna duda. Me despedí de él sin antes hacerle una última pregunta…
— No sé si ha escrito algo, si no lo ha hecho ¿Nunca ha pensado en escribir?
— Si, he escrito y lo sigo haciendo.
— ¿Sí? ¿Cuántos libros?
—Bueno la verdad es…, que en todos los que he leído.
—No le entiendo.
A la hora de responderme, la comisura de sus labios de alargaron con una sonrisa.
—Borro la palabra FIN de ellos y debajo pongo la palabra CONTINUARA.


Rafael Huertas